REFLEXIONES SOBRE LA CARTA DEL FORO TRANSICIONES, por Francisco López Groh

Este escrito no es una respuesta a la carta que se cita en el título y no lo es porque la carta va dirigida al gobierno, que sería en todo caso quien debiera responder. Constituye por tanto simplemente una reflexión “por la tangente” (que diría Amador Savater).

La tradición de las cartas al poder es antigua, de la Carta del Bosque de la Inglaterra medieval  a los numerosos appeal de los revolucionarios ingleses (levellers, diggers) a los distintos poderes o de forma más modesta la reciente Carta del Sur en Madrid.

Lo que suele caracterizar estas cartas es una descripción de los males que aquejan a los sectores populares (no a la humanidad), una valoración de las causas (la propiedad privada del suelo robada a los comunes en el caso de los revolucionarios ingleses) y una serie de exigencias básicas. Más la advertencia de que se lucharía con los medios disponibles contra la citada injusticia si no era reparada.

Simplificando, la carta era un manifiesto de comunidades en lucha contra el poder, de activistas que de facto respondían a aquellas causas luchando activamente por revertirlas.

En la carta exponían sus razones y demandas.

No es el caso desde luego de esta carta. Existe una descripción, un tanto vaga, de los males (la tormenta perfecta), vaga porque, como se está haciendo constantemente con la pandemia del covid19 identifica males que aparentemente son de todos y afectan a todos por igual (es lo que tiene apelar sólo a la catástrofe, sea sanitaria o ecológica). Han desaparecido los desiguales los sujetos pasivos de esta (como otras) crisis social, económica y ambiental. Están ausentes de esta carta, la desigualdad, la injusticia, que constituyen el fondo de las cartas citadas. Respecto a la primera característica digamos que apenas la cumple.

¿Y qué decir de las causas? La carta no identifica siquiera sintéticamente (aceptamos que es una carta) donde está el origen de los males, que identifica apenas por su efectos, especial y significativamente ambientales. Si alguien se fija con atención las “causas sociales” son apenas un pegote, un adjetivo en todo el texto, el poder político-económico está ausente. ¿Dónde está el (o los) origen? ¿En nuestra vida consumista (moral)?¿ en la avaricia de ciertos sujetos, en la concentración de la riqueza? ¿O quizás en los mecanismos automáticos (permanentemente reconstruidos desde el poder) de las leyes de la acumulación del capital?

Está ausente (o latente) la crisis económica, sus condicionantes y causas. Apenas se dedica un párrafo a la crisis económica (de 2008 por cierto) que aparece aquí descolgada del relato general para además centrarse solo (como suele ser habitual) en “la pobreza”. ¿Y la explotación de la fuerza de trabajo? ¿Y el manejo de la población global en las estrategias de los diversos ejércitos de reserva? Los pobres (un concepto de la economía política del siglo XVI-XVII) no son solo pobres (de ahí que las políticas asistenciales solas no valgan).

El Covid19 cambiará seguramente las trayectorias del sistema mundo y provocará probablemente una aceleración de los procesos económicos y sociales, pero la trayectoria no está definida, no está formada ni siquiera por parte del poder y seguramente tardará en articularse produciendo convulsiones sociales que la sola prestación asistencial social (o la estrategia ambiental) no bastará para reparar.

La cosa no es trivial ya que, al menos de entrada, las medidas, las respuestas, deberían desbrozar el nudo gordiano de las apariencias. La carta en este caso no cumple las normas.

Las exigencias. Las cartas, los appeals, suelen contener unas pocas aunque radicales exigencias concretas que se conmina a ejecutar al poder, no una vaga referencia a la creación de un debate. Ya tenemos foros para eso, desde el parlamento a multitud de conferencias académicas –incluso del propio Foro.

Mención aparte merece el lenguaje. La imprecisión de las propuestas, los cuatro puntos, viene acompañada de un lenguaje acorde con las mismas: las viejas lógicas económicas (¿cuáles?) reformular los paradigmas del pasado, cambios de alcance civilizatorio, palabras de significado oscuro, conceptos vagos.

Quizás la única propuesta real que se puede entresacar de esta lírica carta es la necesidad de un Pacto Social, propuesta que se ha convertido en un mantra, con derivas ridículas como el Pacto por Madrid. Por referirnos a un caso real   y cercano, Los Pactos de la Moncloa y que muchos quieren resucitar no fueron que digamos muy positivos para las reclamaciones (entonces) de la clase obrera y sus efectos a corto, medio y largo plazo están a la vista (parte de los que identifica la propia carta son el resultado de aquellos pactos)

Pero, más allá de si los Pactos de la Moncloa fueron un error (que yo considero que sí) o no, la cuestión es que entonces había al menos un campo para el torneo, dos fuerzas en lucha, un potente movimiento obrero industrial (que mostró su fuerza en las huelgas generales del 62) y un capitalismo en plena transformación a lo que llamaríamos después neoliberalismo. Dos fuerzas en combate con sus propias fuerzas y debilidades.

El Pacto social que se propone ahora dese la Carta (ya se sabe la primera vez como tragedia la segunda como fars) no es nada de esto, es un pacto por arriba (en realidad ni eso) en medio de una situación de debilidad estratégica y organizativa de la izquierda transformadora (como se dice ahora para evitar decir radical o anticapitalista) es ajeno a las movilizaciones reales de las capas populares y parece una maniobra de diversión.

Es vana la esperanza de que la aspiración a los objetivos  de la sostenibilidad social y ambiental pueda obtenerse sin conflicto, conflicto entre partes, que ningún falso consenso (“todos juntos”) podrá evitar. Incluido un Pacto Social que suena a artificio.

Podríamos pensar candorosamente que bien, que si es el comienzo de un debate vele, si se evitan precipitadas y a veces erróneas “soluciones”. Pero me temo que ni aún así, que la carta ha escogido mal el campo de discusión y que nos podemos perder en maniobras florentinas. La carta no añade nada al debate.

De forma que más vale empezar desde abajo, construir las demandas, exigencias y solidaridades profundas en confrontaciones día a día en torno probablemente a  los mismos objetivos. Es aquí donde se juega, al menos inicialmente, la hegemonía, el campo de la lucha de clases.

En palabras de Sergio Bologna: “es el momento de invocar el Widerstandsrecht, el derecho de resistencia”.