El pasado jueves, día 6, tuvo lugar una presentación del documento realizado por la Plataforma de la Zona Norte sobre la operación Madrid Puerta Norte con la participación de los portavoces de los grupos políticos presentes en el ayuntamiento.
El documento, escasamente comentado por los grupos en el acto, constituye un extraordinario ejemplo del esfuerzo realizado por las organizaciones y plataformas cívicas en torno a este tema, que desde luego merecería no sólo –como comentó José Manuel Calvo- su envío a los distintos departamentos técnicos, sino una respuesta al menos del mismo nivel en las mesas de participación existentes.
Entrando en el debate que tuvo lugar me parece necesario detenerse en una frase insistentemente repetida por los grupos de la oposición municipal –especialmente por el representante de Ciudadanos-: “tienen que salir las cuentas”.
Esta frase aparentemente razonable – que parece recordar las angustias infantiles ante una disciplina, las matemáticas, casi siempre deficientemente enseñadas- adquiere en este tipo de comentarios una aparente “racionalidad” (¿quién defendería unas cuentas que “no salgan”?) que casi logró atrapar a la mayoría que sustenta el gobierno municipal. Pero ¿de qué cuentas hablamos? No se equivoquen, bajo esta frase siempre se oculta una aceptación acrítica de la autonomía del capital (pongamos el BBVA) en la producción de la ciudad: “es que si no le “salen las cuentas” a los promotores se van”. Algunas observaciones:
- No se fíen de las “cuentas” de los agentes privados. Como la reciente crisis financiera ha mostrado de forma contundente, las cuentas económicas carecen del equilibrio de las ecuaciones tautológicos de los continuadores de al Juarizmi, pertenecen mucho más al terreno de la fantasía. No se trata sólo, con ser mucho, de que dichos cálculos permanecen ocultos no ya a la ciudadanía sino a los propios organismos públicos de control y auditoría –de nuevo recuerden los fracasos recientes de auditoría de empresas clave, de Lehman Brothers a Bankia), o del hecho de que en las operaciones urbanísticas las cuentas ofrecen una imagen falsa de los procesos, sino de que los propios operadores tienden a ignorar los riesgos de sus hipótesis -cuando existen- en la conocida y eficaz estrategia de privatizar beneficios y colectivizar deudas (banco malo).
- Recuerden: el suelo de la operación Chamartín es masivamente público, de forma que las amenazas de “retirada” si las cuenta de los operadores no salen carecen de sentido. Estos suelos son ya un activo de la ciudad, son bienes públicos y como tal deben contabilizarse sus beneficios (cuentas) comunes.
- Suscita un poco de recelo que sean los defensores de que salgan las cuentas los que manejen con una alegría sorprendente los datos de empleo que crearía la operación haciendo balance de la supuesta “pérdida de empleos” que supone la nueva propuesta, basándose simplemente en la reducción de la edificabilidad. Como decía un joven arquitecto a la salida de la presentación: “estos creen que haces un edificio de oficinas y sin más se llena de empleos”. Y sí, este sí sería un verdadero acto de creación de la nada.
Así que mejor sería que ciudadanos (y gobierno municipal) hicieran sus propias cuentas que deberían basarse sobre los valores de uso que este espacio puede satisfacer antes de fijarse en su valor mercantil.
Una última observación, los citados portavoces acostumbran a convertir estos debates en una obscena exhibición de rencillas, chascarrillos y declaraciones de amor mutuas. Sería de agradecer que, como el origen griego de la palabra obsceno indica, realizaran estas efusivas demostraciones fuera de la escena para no convertir estos actos en una emisión de Sálvame.