Por su interés, compartimos el artículo de nuestro socio Eduardo Mangada Autogestión y ciudad publicado en Nueva Tribuna el pasado 3 de febrero.
¡¡¡Sursum corda!!!
El día 26 de enero de 2020 se hizo público el Manifiesto REMA (Red de Espacios de Madrid Autogestionados) en una concentración ciudadana, reivindicativa y festiva a la vez, celebrada en el simbólico Solar Maravillas. (El País, 30 de enero de 2020).
Un vacío en el corazón de la ciudad tras el derribo por el Ayuntamiento del edificio que lo ocupaba con la promesa, nunca cumplida, de construir un centro de salud, demandado por los vecinos. Un vacío olvidado durante años y cedido al fin al Patio Maravillas que, durante una década, ha transformado un espacio residual en un centro de actividades culturales, lúdicas, convivenciales, sociales en su más amplio sentido.
Un centro de vida colectiva hoy amenazado de desalojo por el Ayuntamiento cumpliendo la siniestra, casi vengativa y, en todo caso, insensible e inculta orden del alcalde, que así hace efectiva su consigna “tolerancia cero con los okupas”, proclamada tras el desalojo de La Ingobernable. Una orden que demuestra una vez más la ceguera política y la insensibilidad social del gobierno del PP y C’s, con el apoyo de Vox, ya que esta acción supone no reconocer la capacidad de organización ciudadana, incluido el movimiento okupa. Ceguera que impide descubrir y apoyar la potencialidad de la ciudadanía organizada como soporte y legitimación del buen gobierno de la ciudad.
Una vez más la derecha rapta la voz de los ciudadanos y se refugia en el poder de la póliza y la burocracia administrativa, puesta al servicio de intereses ajenos, cuando no contrarios, al sentir, las demandas y los sueños de una mayoría de los madrileños. La mayoría de aquellos que sienten la necesidad de hacer ciudad con los ciudadanos y no con bancos, promotores inmobiliarios o fondos de inversión. Todo ello bajo el mandato de un mercado desregulado inspirado por la ideología dominante del pensamiento único, impuesto por un capitalismo depredador de los bienes comunes. Bienes físicos, culturales, patrimoniales que constituyen el auténtico espíritu de la ciudad.
La consolidación de una amplia red de organizaciones ciudadanas, con un sólido entramado, constituye una última trinchera contra la violencia y la injusticia del poderoso mercado
Los que hoy suscriben el Manifiesto REMA pertenecen a ese grupo de ciudadanos que no se doblega ante la inmoral sentencia, hecha ley por Margaret Thatcher, de “There Is Not Alternative”. Ciudadanos insumisos pero responsables, antisistema por convicción, llegando si es necesario a “una legítima desobediencia civil como forma de expresión colectiva del derecho a la ciudad”.
Las instituciones, los gobiernos municipales (también el regional y el estatal) responden con violencia y miedo, negando la legitimidad de estas organizaciones ciudadanas. Un miedo visceral a la democracia directa ejercida por los “espacios autogestionados”, como forma imprescindible para un eficaz y equitativo gobierno de la ciudad. Para entender y dar soluciones reales a las auténticas necesidades y aspiraciones de la ciudadanía se necesita la corresponsabilidad y complementariedad entre las administraciones y los ciudadanos organizados. Nuestro Ayuntamiento debe entender que los espacios autogestionados son aliados y no enemigos.
Los espacios autogestionados que han suscrito el Manifiesto REMA tienen en su haber una larga experiencia, en la que han demostrado su capacidad de construir auténticos equipamientos sociales, desde los que ofrecer una amplia panoplia de actividades docentes, lúdicas, culturales y convivenciales, más allá de las ya reglamentadas por las administraciones públicas. Toda una riqueza de otra cultura, heterodoxa si se quiere, pero más vital que la oficial, añadiendo riqueza y diversidad a la vida de la ciudad.
No cabe en la dimensión de un artículo dar cuenta de las muchas virtudes que acompañan a la larga lista de actuaciones llevadas a cabo, contra viento y marea (quiero decir, contra la cerrazón municipal), sin apenas apoyo, cuando no la dura hostilidad de nuestro Ayuntamiento. Cabe solo señalar como conquistas ciudadanas: el rescate de edificios y espacios comunes de las garras de los especuladores, que cuentan con la inacción, cuando no la connivencia, de los poderes públicos; la revitalización de edificios y espacios comunes abandonados, en espera de una revalorización inmobiliaria; la lucha contra el despilfarro inmobiliario, dando vida nueva a edificios vacíos y olvidados, evitando su derribo indiscriminado. En definitiva, descubriendo potencialidades físicas y sociales que la ciudad ofrece cuando se pisa la calle con proximidad e interés en la búsqueda de espacios de vida en común.
En última instancia, el Manifiesto de REMA puede considerarse utópico, ya que en él se condensan un conjunto amplio de utopías necesarias, múltiples, no dogmáticas ni mesiánicas. Utopías posibles que hay que mantener vivas y renovadas en el tiempo, porque con su defensa se afirma la dignidad de los ciudadanos que se niegan al pesimismo, al miedo y a la resignación. Utopías parciales, pero todas ellas guiadas por tres palabras revolucionarias: libertad, igualdad y solidaridad. Solidaridad con nuestros semejantes y con nuestro maltrecho planeta.
La consolidación de una amplia red de organizaciones ciudadanas, con un sólido entramado, constituye una última trinchera contra la violencia y la injusticia del poderoso mercado. Defensa más necesaria cuando nuestros gobiernos, en lugar de defender los derechos y aspiraciones de los ciudadanos, se convierten en aliados de especuladores que pretenden hacer de la ciudad una mercancía, apropiándose de los espacios y bienes comunes.
Como se afirma en las últimas líneas del Manifiesto, “defendamos colectivamente estos espacios y, en consecuencia, el derecho a construir en conjunto una ciudad mejor. Sigamos tejiendo sueños para demostrar que otro mundo es posible”.
Palabras que suscribo y con ello me hago cómplice solidario de REMA.
EPÍLOGO. De 2020 a 1970
Un amplio movimiento social en defensa del derecho a la ciudad ha emergido en los últimos años y está consolidándose en los distintos barrios de Madrid con la presencia múltiple de las asociaciones autogestionadas, que con sus reivindicaciones, propuesta anhelos están dibujando un nuevo mapa físico y social de la ciudad.
Un renacer asociativo que me retrotrae al heroico movimiento vecinal de los años setenta, con los matices que las distintas condiciones políticas, económicas y culturales exigen.
Años aquellos del tardofranquismo represivo e injusto en los que las diversas Asociaciones Vecinales (AAVV), desde Hortaleza a El Pozo, desde Tetuán a Orcasitas, junto con los sindicatos, supieron luchar y conquistar espacios donde habitar con mayor dignidad y libertad, pagando por ello un alto precio en muchos casos.
Por ello recuerdo con emoción aquel bullir de proclamas, gritos y manifestaciones encabezadas por pancartas en las que aparecían indisolublemente unidas las palabras “por una vivienda digna” y “amnistía y libertad”. Un gran movimiento sociopolítico, como lo son y deben ser las asociaciones autogestionadas que han suscrito este magnífico Manifiesto.