LA VOLUNTAD DE INTERVENIR
Entre las actividades del Club de Debates Urbanos, la presencia en la calle es una de las principales. Presencia que se concreta en torno a iniciativas propias en relación con la ciudad y su discurrir, o como colaboración con otras propuestas ajenas.
Tunel de la Plaza de Oriente • Chirimbolos • Travesía del Desierto • Las Musas • Decretazo • Nunca Mais• Contra la Guerra • Contra la ampliación de la M-30
2000. Madrid capital del desierto cultural
La cuarta de las manifestaciones tuvo lugar en 2000, convocando la “Primera Travesía del Desierto (Cultural) de Madrid”. En ese caso, la manifestación arrancó de la Plaza de la Villa, epicentro de ese “desierto”, donde se congregaron los participantes, ataviados para la ocasión con variopintas indumentarias apropiadas para los climas desérticos. Allí expusieron de nuevo sus lamentaciones bajo las cerradas puertas del Ayuntamiento, y coreando alusivos lemas (recordemos el más repetido, “Madrid, capital / del desierto cultural”), recorrieron la calle Mayor y la calle de Alcalá, salvando innumerables zanjas características del paisaje madrileño, para finalizar en el acogedor “oasis” del Círculo de Bellas Artes.
1999. Las rebelión de las Musas
Convocamos una tercera manifestación poco después, en 1999, en una clara mañana de marzo, pero en un clima cultural cada vez más sombrío, marcado por la “segunda ofensiva” de desfiguración del espacio urbano, después de la “primera ofensiva” sustentada en la “Infantería” de los chirimbolos, el despliegue de las “Fuerzas Acorazadas” de las grandes operaciones urbanas municipales, y el apoyo de los “Cuerpos de Ingenieros” responsables de las incursiones de las primeras “tuneladoras”. sobre la base de la disciplinada organización de los “Cuerpos de Intendencia”, municipales pero sobre todo privados, a los que sin duda hay que atribuir hoy la eficiencia de esas operaciones.
Un clima marcado además por la aplicación municipal a otros campos de la cultura de unas afinidades electivas a los que estaban dejando su impronta sobre la estructura y la imagen de la ciudad (reconozcamos ante todo que la “etapa Manzano” tuvo muchos defectos, pero que nunca podremos achacarle el de la incoherencia en sus “gustos”).
Asistimos en esos años al despliegue de una ominosa “estatuaria” municipal em todos los lugares, centrales y periféricos, bajo la enseña del “monumento a la Violetera” (con su acertado encargo a Santiago de Santiago, como indudable reconocimiento a su labor en la modelación titánica de los apóstoles que sustentan la inmensa Cruz del Valle de los Caidos). La entrega de temporadas completas del Teatro Español a insustanciales obras de repertorio de “sana diversión”, como “la venganza de Don Mendo”. La burocrática cerrazón de los espacios expositivos municipales hacia los trabajos de los jóvenes creadores plásticos. La indiferencia ante la dinámica producción cinematográfica de la ciudad, encendida sobre todo en los años del despertar de la libertad democrática. La atonía ante la música (no en vano el alcalde Manzano presumía de ofrecer a sus más ilustres visitantes, como regalo honorífico, unas “selectas grabaciones de zarzuela”.y, en general, la carencia de una política de incentivación a las enormes energías creativas que bullían en nuestra ciudad.
Todos estos aspectos explican la entusiasta, amigable, divertida participación en esa manifestación, que convocamos con el lema “la Rebelión de las Musas contra Manzano”, distorsionando el título de una de las obras más significativas de Ortega, “La rebelión de las masas”, con un irónico propósito que seguramente habría contado con la cómplice sonrisa del maestro, tan poco amigo del anquilosamiento de la sensibilidad estética y de la correlativa distorsión ética de los grupos dirigentes de la sociedad española de su tiempo.
Esa manifestación, con la colaboración de varias asociaciones de artistas plásticos, actores, músicos e intérpretes, escritores etc. tuvo su arranque con la “desaparición de la estatua de la Violetera”, mediante la provisional instalación de una ingeniosa envolvente espejeante, Su desarrollo siguió un modelo “procesional”, con una serie de pasos con expresionistas imágenes de las Musas, que desembocaron en la Plaza de la Villa. Allí, representantes de las diversas “cofradías de las artes” expusieron festivamente sus quejas por el doloso estado en que cada Musa se encontraba por la incuria municipal. Más tarde, la “procesión” se encaminó hacia el Viaducto, no sin efectuar antes una ultima “parada” ante la Almudena, para lamentarse también ante la efigie del Papa. Y ya en el Viaducto, la “rebelión” finalizó en una carnavalesca “derrota” de las artes de la ciudad, consumada por el suicidio de las Musas, que se arrojaron (controladamente) desde ese castizo lugar predilecto por los suicidas madrileños.
1997. Plaza de Oriente. Todo madrileño tendrá su túnel pequeño
La segunda convocatoria, tuvo por objeto la “inauguración popular de la Plaza de Oriente” En el obligado expediente de solicitud de la convocatoria, subrayaba el interés de los ciudadanos en comprobar las “virtudes” de la tunelización” (inaugurada oficialmente con temerosa reserva burocrática días antes), examinando los “beneficios” que deparaba frente a sus desmesurados costes, la distorsión en la visión del Palacio y la destrucción de excepcionales restos arqueológicos. El elemento focalizador de esa manifestación fue un “túnel-móvil”, desplegable en gran longitud, ligero, flexible. El artefacto, porteado desde su interior por centenares de ciudadanos, surgió airosamente desde la gran cavidad de la calle Bailén, “madre de todos los túneles”, animado por estrepitosas charangas. Ingeniosos cánticos y ripios acompañaron su recorrido hasta la Plaza de la Villa.: “todo madrileño tendrá un túnel pequeño” “Manzano, mira que pena, mira que pena, que no has llevado el túnel a la Almudena”.
El “túnel-portátil», una vez concluido su autorizado recorrido fue donado al Alcalde, con todos los trámites legales, con el fin de contribuir, amablemente, a satisfacer su indubitada pulsión afectiva por tales objetos
1995. Contra los Chirimbolos. Cada ciudadano tendrá su mueble urbano
La primera manifestación fue la promovida en 1995 “contra los chirimbolos”, superando el intento de prohibición expresado por Manzano por el llamamiento a “la violencia batasuna” (sic) que, en su timorata opinión expresarían los Carteles de nuestra convocatoria: en la realidad, un irónico montaje del memorable cuadro de Goya sobre el Dos de Mayo, en el que los “majos” enardecidos del pueblo madrileño no dirigen su ira contra los mamelucos sino contra un “chirimbolo”. Una gran número de ciudadanos acudió a esa manifestación cívica, cubriendo sus cabezas (se trataba de una soleada mañana de junio) con un “gorro-chirimbolo” ideado para la ocasión por uno de los mejores diseñadores madrileños, tras uno de los lemas centrales de la iniciativa: “Manzano: todo ciudadano / tendrá su mueble urbano”. Una hermosa, festiva mañana, sin duda: pero ni la entidad numérica de la manifestación, ni la presencia de los más activos protagonistas de la cultura madrileña, consiguieron el mínimo “gesto” municipal de la retirada de uno solo de esos armatostes, ni siquiera de los enclavados ominosamente ante los lugares más queridos de la ciudad. Y a pesar también de las documentadas denuncias posteriores sobre la connivencia municipal en los réditos económicos de tan “ingenioso negocio”. ¿Recordáis la carta de Chirac a Aznar, aireada por la prensa, “recomendando” al grupo francés Decaux, proscrito en varias ciudades europeas por motivos obvios?