En tan solo una semana, la arquitectura y el urbanismo en España perdieron a dos figuras importantísimas, Luis Moreno Mansilla y Manuel de Solá-Morales. Por un destino caprichoso, se pueden encontrar paralelismos entre ambas pérdidas: sucedieron en Barcelona (a pesar de que Mansilla, como le conocía todo el mundo, residía en Madrid) y en ambos casos, parece ser que mientras dormían. Más allá de la afición de nuestro gremio de trazar paralelas lo cierto es que ambos han tenido una influencia notable en sus disciplinas. Socios y amogos del Club de Debates Urbanos (CDU) se van sumando a este recuerdo: Antón Capitel glosa la figura de Luis Moreno Mansilla, y Ramón López de Lucio , José María García-Pablos y Eduardo Mangada la de Manuel de Solá-Morales.
La muerte de Mansilla es más impactante por ser un hombre relativamente joven, que da la casualidad de que se encontraba en la ciudad catalana homenajeando a otro arquitecto prematuramente desaparecido, Enric Miralles. La trayectoria de Mansilla, junto con su socio, Emilio Tuñón, a los que recientemente el CDU invitó al debate ARQUITECTURAS DEL DESPROPÓSITO, LA DESMESURA Y EL DESPILFARRO (LA ALARGADA SOMBRA DEL GUGGENHEIM) y al que no pudieron acudir por problemas de agenda, deja un buen puñado de obras ejemplares. No han construido demasiado, pero casi todo bueno. Como el propio Mansilla afirmaba, se presentaban a un concurso al mes, y ganaban uno al año. No estaban descontentos con el resultado. Con una carrera de 20 años junto a Tuñón, la cuenta es fácil: 20 edificios singulares. Mucho mas de lo que pueden decir muchos arquitectos. Eso explica la trascendencia de la noticia de su pérdida, que el día que fue anunciada llego a ser la noticia mas leída en la edición digital de El País.
Poco podemos añadir a los numerosos recuerdos publicados por Rafael Moneo, William Curtis, Juan García Millán, Luis Fernandez Galiano, Pedro Feduchi, o la que recogemos a continuación de nuestro compañero del CDU Antón Capitel, opiniones muy cualificadas en su condición, simultáneamente, de maestros, compañeros, amigos y eruditos.
Desde un punto de vista menos teñido de sentimientos por la distancia, y más urbanístico que arquitectónico, por intentar aportar un enfoque nuevo, destacaríamos la escala y el encaje en la ciudad de algunas de sus piezas más pequeñas (el Museo de Zamora, las piscinas en San Fernando de Henares, la reciente ampliación del restaurante Atrio en Cáceres, tanto el proyecto inicial como el resultado final de la rehabilitación de la fábrica de cerveza el Águila); su extraordinaria habilidad, tanto como diseñadores de fachadas, quizás las mas interesantes las de sus dos edificios de León (con su exploración de los conceptos del módulo, y como el propio Mansilla decía, de lo igual y lo distinto), como en la creación de espacios sorprendentes (como la sección del Museo de Castellón) o la utilización novedosa de materiales, (en la estela de los mejores Herzog & de Meuron como en el Museo de Automoción en Torrejón de la Calzada); y su valoración de la contención en la arquitectura en el reciente reportaje “Se acabo la fiesta”. Como contrapunto, y desde el mayor de los respetos, quizás resaltar la contradicción de caer en la tentación de la arquitectura creadora de iconos, con el interrumpido proyecto del centro de congresos de Madrid (C.I.C.C.M), o la, relativamente, decepcionante solución construida del Museo de las Colecciones Reales, muy prometedor en el proyecto del concurso, con un testero poco logrado hacia la Cuesta de la Vega. En cualquier caso, el balance de su carrera es, obviamente, casi inmejorable. Desde aquí animamos a Emilio Tuñón y su equipo a sobreponerse a la inevitable tristeza por la pérdida de Luis y continuar tan brillantemente como hasta ahora. Suerte.