Opinión: Eurovegas. No es el humo, es el fango. Eduardo Mangada

En momentos de escasez, de estancamiento o recesión de la economía, de ausencia de actividad en un sector como el de la construcción, nicho de empleo y especulación a un tiempo en los últimos años, las regiones, los municipios, incluso el propio estado, reciben con los brazos abiertos y las rodillas dobladas cualquier anuncio de una importante inversión, de un importante proyecto inmobiliario, sin analizar su bondad, su viabilidad financiera cierta, sus efectos buenos o malos para la ciudadanía y el territorio. Bienvenido sea este oro, aunque sea hojalata sobredorada, capaz de enmascarar los graves problemas de nuestra sociedad. Con ellos se pueden ocultar los debates trascendentales y anunciar un falso resurgir económico. Para que no se escapen los nuevos Reyes Magos, relajemos normas legales, malvendamos un trozo de nuestras ciudades, engañemos al pueblo con falsos horizontes risueños, sin preguntarnos: ¿Estas fantásticas inversiones vienen a servir a la ciudad o, por el contrario, a servirse de la ciudad, aprovechando las infraestructuras sobrantes y los vacíos expectantes que han dejado los restos de la burbuja inmobiliaria?

Este ha sido, durante los meses pasados, el sueño de la Comunidad Autónoma de Madrid esperando una lluvia de millones que pudiesen remojar nuestra reseca geografía con dos anuncios: Olimpiadas 2020 y Eurovegas. Una vez muertas las expectativas olímpicas, ahogadas en una taza de café con leche, solo queda el gran benefactor Sr. Adelson como motor de nuestra economía, incluso más allá de las fronteras madrileñas. Eurovegas reaparece tras unos meses de letargo, que algunos saludábamos como una muerte prematura, pero de nuevo está en periódicos, radios y la voces de nuestros gobiernos.
El proyecto del Sr. Adelson para implantar en nuestra región un gran centro lúdico y de congresos –casinos y prostíbulos incluidos– con adornos florales para engaño de ingenuos y beneficio de aprovechados, solo merece la condena por grosera e inmoral, tanto en su contenido como por la forma con que este promotor-especulador ha ido captando el favor de nuestros gobernantes, que le han rendido vergonzosa pleitesía y le han entregado a su gusto y beneficio suelo, normas urbanísticas e incluso leyes. No merece una mayor descalificación, por mi parte, que la expresada en un artículo que denominé En el fango, publicado en El País el 8 de mayo de 2012.
De entre las múltiples prebendas que exige el Sr. Adelson (desregulación laboral, beneficios fiscales, avales financieros…) destaca por su simplicidad la solicitud de una tolerancia para fumar dentro de sus grandes edificios, abriendo un agujero de excepción en la ley antitabaco vigente en nuestro país. El día 29 de septiembre de 2013 pudimos leer en El País un breve y magnífico artículo de R. Sánchez Ferlosio que termina con esta invocación: “Bendito sería Mariano Rajoy si, fuese por el tabaco o no tan tabaco, mandase a hacer gárgaras el nauseabundo proyecto americano, y lograse que el magnate cogiese su avioneta para no volver más”.
No es el humo lo que ensucia esta repulsiva propuesta del especulador Sr. Adelson, sino el fango en el que chapotean, junto a él nuestros responsables municipales, regionales e incluso estatales. El fango de tanto pisotearlo se ha transformado en una pocilga. Señores del PP, por dignidad y respeto a la legalidad, digan, con una sola voz: ¡Váyase, Sr. Adelson!

Eduardo Mangada. 23 de octubre de 2013

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