El urbanista italiano Bernardo Secchi (1934-2014) ha fallecido tras una breve enfermedad. Para mí y muchos profesionales dedicados a esta tarea que llamamos urbanismo o, mejor dicho, al conocimiento de la ciudad y el territorio en su continuo desarrollo, Bernardo Secchi ha sido un maestro del que hemos aprendido mucho durante muchos años: aprendido a leer, entender, explicar y proyectar la ciudad y el territorio; y aprendido, al menos, a intentarlo con ‘devoción y afición’, como confesaba de sí mismo Manuel de Solà Morales, otro maestro ausente.
Sería largo y superfluo enumerar los múltiples textos y trabajos profesionales que justifican nuestra admiración y agradecimiento, lo que nos permite llamarlo maestro y amigo. Múltiples publicaciones guardan su historia profesional larga y siempre fecunda. De su larga bibliografía merece destacarse hoy su último libro, La città dei ricchi e la città dei poveri, en el que afirma que la desigualdad social, reflejada en la ciudad por la ‘injusticia espacial’, constituye hoy una ‘nueva cuestión urbana’ que determina tanto la lectura de la ciudad contemporánea, como su posible proyecto. Desigualdad e injusticia que conducen a la diferencia y la exclusión.
El tema de la desigualdad está en nuestros días en el corazón del discurso económico, sociológico, político al fin, de importantes autores como Zygmunt Bauman, Ulrich Beck o Joseph Stiglitz. Y el más novedoso, Thomas Piketty, con su libro El capital en el siglo XXI, que ha centrado el debate económico en la desigualdad, en concordancia con la afirmación de Secchi cuando, al referirse a la ciudad afirma que la desigualdad es la nueva y prioritaria cuestión urbana. Declaración que nace de una larga reflexión jalonada por textos como Il racconto urbanistico (1984), Prima lezione di urbanistica (2000), La città del ventesimo secolo (2005) y La città dei ricchi e la città dei poveri (2013), este último un auténtico manifiesto.
En Madrid le debemos un agradecimiento especial por su dedicación al asesoramiento en la redacción del Plan General de 1985. Dedicación generosa, continuada y enormemente enriquecedora. Seguiremos aprendiendo, releyéndolo y recordándolo con respeto y cariño.