Mario Federico Muelas (1943-2015)
Arquitecto y urbanista. Junto a sus obras y conocimientos puestos en común con quienes ha compartido equipos en cuarenta seis años de profesión, en su quehacer destaca el haber anticipado tendencias en el asesoramiento y regeneración de los barrios, la consideración del valor social y cultural de los edificios proyectados, ser apreciado por el tratamiento de su rehabilitación patrimonial o por la apuesta por los componentes ambientales, hoy esenciales para el urbanismo y la arquitectura.
Siempre tuvo en duda la verdadera razón por la que había decidido hacerse arquitecto. A lo mejor por ser hijo de poeta, argüía, esbozando una sonrisa cómplice. Pero ejerció a fondo el oficio en el que trabajó.
Se implicó en todo. De la mano de aquellos compañeros de Escuela con los que se tropezó en el 65 y fueron ya, para él, amigos y socios profesionales para siempre. Manolo Paredes, Fernando Prats, Alfredo Villanueva con los que fundó el estudio AUIA. Y muchos otros, que disfrutaron y compartieron a su lado, experiencia profesional, sentido del humor bañado en ironía, curiosidad infinita por lo que sucede y su porqué. Agustín Mateo entre ellos.
Formó parte de una generación de profesionales que sentó las bases de la transformación del Madrid en los años setenta y ochenta del pasado siglo. De aquella gente que dio lo mejor de sí para hacer un país, una ciudad, un territorio mejor. En los barrios, ayudando a levantar una primera marea que exigía ciudad, además de vivienda digna, escuelas, ambulatorios, modo de llegar a casa sin chapotear en el barro.
Difícil saber cuánto ayudó a construir. Mucho y bien. Basta ver sus edificios, siempre pensando más en la planta que en el alzado. En las necesidades de quienes deberían disfrutar de la vivienda más que padecerla. Y explorando nuevos territorios para hace compatible sostenibilidad ambiental con muros y ventanas.
Acaso por lo que más le recuerde al final su profesión, sea por su sensibilidad y pericia a la hora de abordar la rehabilitación del patrimonio edificado. No en cualquier sitio, por cierto. En Toledo, fundamentalmente, esa planta urbana levantada sobre cinco ciudades. Ni cualquier patrimonio. Su actuación en el antiguo convento de San Pedro Mártir ha pasado ya a los libros, como un referente de la rehabilitación patrimonial. Como su ampliación en el Convento de la Madre de Dios. El Palacio de Fuensalida también pasó por sus manos. A ello se suma la Casa de la Moneda y la rehabilitación de la Fábrica de Armas. Tiempo tuvo también para acercarse a Avilés y hacer lo propio en el palacio de Camposagrado. Sin dejar de lado Toledo, donde dirigió la revisión urbanística del Plan Municipal. Recibió premios. Se los tomó con naturalidad. Como un suceso más en el desempeño de ese oficio que terminó sabiendo de sobra por qué había elegido.
Se fue Mario. Demasiado pronto.
Javier Echenagusia