En la ciudad construida “los espacios infrautilizados son las grietas por donde se cuelan las ansias de libertad y la posibilidad de repensar la ciudad desde sus usos y gestión“ (David Estal). Construir sobre lo construido, hacer ciudad en la ciudad, puede ser el anuncio de un nuevo paradigma que venga a renovar el discurso urbanístico, pero que puede banalizarse a fuerza de repetirlo y tornarse vacuo si no somos capaces de plasmarlo en intervenciones concretas en el tejido urbano.
En un entendimiento de la ciudad como un espacio consolidado, hay que descubrir los vacíos, los espacios y edificios infrautilizados o abandonados, grandes o pequeños, intersticiales o de borde, asumiéndolos como una gran ocasión, como oportunidades para asentar en ellos nuevos usos y nuevas formas de gestión capaces de revitalizar y completar la ciudad existente, física y socialmente. Espacios y edificios sobre los que los colectivos ciudadanos de todo tipo proyectarán una nueva forma de ciudad, menos predeterminada por las normas urbanísticas al uso. Más espontánea, cambiante, aleatoria, efímera o permanente. La holandesa Eva de Klerk exhorta a los poderes públicos con las palabras siguientes: “Abranse a lo inesperado: provéanlos de espacios libres y zonas de experimentación, de lugares donde ellos mismos planten las semillas de nuevas formas de hacer, denles la oportunidad de pensar e improvisar modos diferentes de hacer la ciudad como ellos mismos la entienden, anímenlos a explorar alternativas y tengan el valor de confiar en ellos. Perder el miedo a dejar de lado normas y modelos superados, confiando en el valor de la libertad, abre una nueva perspectiva de futuro para nuestra ciudad”. La americana Danya Sherman los anima a dejar que los ciudadanos se tomen “el permiso para tener una visión propia de la ciudad, soñar a lo grande y aprender a comprometerse”.
No se trata de anular un proyecto de ciudad desde el planeamiento urbanístico formulado por los responsables políticos, con la real y eficaz participación ciudadana, sino de abrir nuevos caminos para la construcción y gestión de la ciudad. Transformar la repetida invocación de la participación en organismos de colaboración, en un partenariado público-ciudadano. Aprender en este proceso, mantenido en el tiempo y en distintas circunstancias, que “la planificación urbana no es tan importante como saber escuchar, facilitar y colaborar” con los ciudadanos. Será necesario dotar a los responsables públicos de un fonendoscopio para auscultar e interpretar con inteligencia y cariño los latidos del corazón de la ciudad.
Más allá de los equipamientos y de las actividades regladas, florecerán en nuestras ciudades nuevas formas de ocupar el espacio, nuevos usos, nuevas expresiones de vida colectiva nacidas de las demandas, las iniciativas y las aspiraciones ciudadanas. Iniciativas en gran medida autogestionadas de forma responsable que piden ser acogidas y apoyadas por el propio ayuntamiento. Una colaboración que exige una mutua lealtad. Superar la hipertrofia de la “ciudad oficial”.
En Madrid, como en otras muchas ciudades, ya existen experiencias exitosas sobre espacios y edificios okupados o cedidos. Abramos los ojos, destapemos los oídos y descubriremos en nuestras calles muchos espacios expectantes disponibles para albergar proyectos ciudadanos ilusionantes y factibles. Incorporémonos al “Paseo de Jane” para gozar de una mirada colectiva (https://elpaseodejane.wordpress.com/).
A la espera de nuevos descubrimientos y nuevas aventuras urbanas, existen ya muchas iniciativas que esperan la ocasión y complicidad del ayuntamiento para manifestarse y consolidarse. Como ejemplo, pensemos en la gran oportunidad que brinda el mercado de Legazpi. Un magnífico edificio de titularidad municipal, vacante casi en su totalidad y sin un proyecto institucional conocido, enclavado en Arganzuela. Un distrito en el que se ha consolidado en un acelerado proceso, un proyecto ciudadano en el que se han integrado asociaciones vecinales y otros colectivos y que ha venido a denominarse Espacio Vecinal Arganzuela (EVA). Una solvente entidad capaz de promover y gestionar múltiples actividades lúdicas, culturales, cívicas, etc. Capaz de formular cara al futuro un programa pormenorizado que necesita un espacio de acogida para hacerse realidad. Con esta base sólida EVA solicitó al Ayuntamiento hace unos meses la cesión parcial o total, temporal o permanente, del antiguo Mercado de Frutas y Verduras. Una solicitud despreciada por el ayuntamiento que, tras un largo y ominoso silencio, hizo público la tramitación de un convenio con un operador inmobiliario al que se pretende otorgar una concesión de uso para la instalación de un complejo turístico-gastronómico y supuestamente deportivo, ajeno a las demandas y aspiraciones de los vecinos pero rentable para los promotores privados. En todo caso, de dudosa rentabilidad para la ciudad. Una iniciativa comercial que viene a reforzar la triste tendencia, amparada por los actuales munícipes, para convertir Madrid en un parque temático turístico, hotelero y de compras.
La colaboración del ayuntamiento con los colectivos ciudadanos, aprovechando su capacidad de autogestión, puede facilitar la aparición de una red de nuevos equipamientos sociales, múltiples y diversos, que enriquezcan la ciudad y potencien la responsabilidad cívica de los vecinos de Madrid. Sintiéndolos suyos desde su gestación a su administración serán los propios ciudadanos quienes se responsabilicen de su propio mantenimiento y vitalidad.
Ahora que se abre en España un nuevo paisaje político e institucional, configurado en gran medida por unos ayuntamientos renovados, nacidos y sustentados por un potente y diverso movimiento ciudadano, hijos del ya mítico 15M, es posible esperar que este renacer civil se manifieste en una eclosión de nuevos espacios colectivos, espacios comunes.
Nota. Las citas y sus autores están tomadas de “Perspectivas y oportunidades de la ciudad construida”, publicado por ETS Caminos, Canales y Puertos (UPV) y Aula Ciutat (UPV-UV). 2015.
Eduardo Mangada. 8 de mayo de 2015