Cada acción concreta promovida por los ciudadanos en cada barrio tiene  un enorme valor, tanto para denunciar problemas como para descubrir  posibilidades que, en muchos casos, escapan a la mirada más lejana de la  administración municipal.
Eduardo Mangada escribe una interesante y profunda reflexión en el diario digital Nueva Tribuna sobre el diálogo abierto con prácticas emergentes que el Club de Debates Urbanos organizamos el pasado 18 de mayo bajo el título Madrid, cara B.
«Del conjunto de las exposiciones cabe destacar, al menos, dos  características ampliamente compartidas. Por un lado, el carácter  emergente y no reglado de las actividades y las prácticas desarrolladas  en su seno. Por otro, el tratarse de colectivos organizados  autónomamente, de carácter transversal y, en gran medida,  autogestionados. En su totalidad, organizaciones cívicas surgidas como  respuesta de los ciudadanos a los problemas, las demandas y aspiraciones  que se manifiestan en los distintos barrios de Madrid.
Prácticas emergentes que comienzan a resquebrajar los límites del  urbanismo ortodoxo o, mejor dicho, del urbanismo burocrático  convencional. Prácticas que plantean alternativas a los tradicionales  mecanismos de intervención en la ciudad. Prácticas y formas  organizativas que abren un amplio y nuevo horizonte que, si llegase a  consolidarse e institucionalizarse, supondría un cambio efectivo en las  estructuras, contenidos y sistemas de planificación urbana y  territorial. Responder con solvencia al potencial de transformación de  la disciplina urbanística por causa de estas prácticas emergentes  requiere una reflexión larga y compleja que excede a la dimensión de un  artículo. No basta con refugiarse en frases repetidas como mantras  encubridoras tales como el urbanismo de abajo-arriba (bottom-up).»
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Imagen: Fachada de acceso del Patio Maravillas