Por Francisco López Groh
En el transcurso del seminario recientemente celebrado en Madrid con una serie de asociaciones de urbanistas y arquitectos, moderadas por el CDU se expresarnos una serie de discusiones acerca de los “valores”·de la práctica profesional del urbanista, supongo que en una proyección al futuro porque quizás una “comisión de la verdad” sobre la práctica reciente sería demasiado sanguinaria y afortunadamente hemos encontrado un chivo expiatorio apropiado: el “especulador”. Al hilo del asunto cité un pequeño escrito de Günther Anders La Huelga hipocrática(no lo cité por su nombre) recientemente traducido al italiano en un volumen titulado “Almanaque de Filosofía” (Micromega) donde Anders llamaba a la implantación de un juramento similar al hipocrático de la profesión médica para todas las profesiones.
He incluido aquí, por problemas de espacio y concisión, sólo la traducción del primer punto del texto, que brinda quizás una exposición suficiente del tema, desarrollado en toda su amplitud en un texto que es en conjunto magnífico, y un pequeño apunte biográfico de un filósofo que también amaba las cerezas.
Günther Anders
Günther Anders (Wroclaw 1902-Viena, 1992) está considerado como uno de los filósofos no académicos más importantes del siglo XX. Primer compañero de Hannah Arendt , escribió un precioso texto en recuerdo de sus discusiones de filosofía con Hanna mientras comían cerezas en el balcón de su pequeño apartamento: La batalla de las Cerezas. El núcleo del pensamiento de Anders, se encuentra en la obra en dos volúmenes editada en España por PRE-TEXTOS, La Obsolescencia del Hombre.
«La huelga hipocrática» propone asumir el postulado de Hipócrates para todas las profesiones, y por lo tanto el compromiso (a través de un juramento similar al vigente para los médicos) de comprobar, antes de dedicarse a cualquier trabajo, si no es potencialmente dañino. Y si lo fuera, para estar listos para rechazarlo recurriendo al instrumento de la huelga.
En este sentido La Huelga Hipocrática representa una extensión de la crítica marxista del trabajo creador de valor. Para Anders no se trata sólo de reclamar la propiedad de los medios de producción, sino también la de nuestros «objetivos de producción».
«La Huelga hipocrática es una de las elaboraciones morales principales de Anders sobre la que ha reflexionado constantemente durante más de treinta años” (Devis Colombo)
Creo que en a situación actual, con todos esos proyectos que amenazan la destrucción de la ciudad un juramento de este tipo debiera ser exigido a los profesionales del urbanismo.
I. Intento de formulación un juramento hipocrático universal
Günther Anders
Dado que reconocemos que muchos de los trabajos científicos, técnicos, mecánicos y administrativos que nos vemos obligados rutinariamente a desarrollar, considerados totalmente inofensivos y sin mancha, de hecho pueden tener consecuencias absolutamente irresponsables, como la destrucción – y no sólo de un particular congénere humano, ni siquiera de grupos o pueblos individuales, sino hasta la aniquilación de la raza humana – y que algunas de estos trabajos están dirigidos específicamente a la destrucción; dado que también reconocemos que la dimensión de la división del trabajo en el ámbito científico, técnico, mecánico y administrativo – que nos impide saber o imaginar los productos finales y las consecuencias últimas de nuestro trabajo -implican las consecuencias más desastrosas para los que trabajamos; y porque reconocemos que en la mayoría de los casos no nos es ni siquiera posible imaginar los productos y las consecuencias últimas de nuestra colaboración; es más, que incluso deberíamos renunciar a la capacidad para poderlos reconocer e imaginar, sólo por el hecho de que nuestro conocimiento o imaginación contradecirian los intereses de los que nos han encargado dichas actividades y con ello también el ideal de la «concienciabilidad» que se nos ha asignado; dado que reconocemos todo ello, somos conscientes de que las obligaciones asociadas a nuestros trabajos de hoy son mayores de lo que han sido las de nuestros antepasados
Por lo tanto juramos:
no aceptar o realizar cualquier trabajo sin haber verificado primero si se debe considerar, directa o indirectamente, una obra de destrucción; para convencer a nuestros colegas, que todavía no saben lo que están haciendo, para abrir los ojos sobre la naturaleza y las consecuencias de su hacer; para rechazar la incompetencia moral de los superiores que tratan de imponernos tales trabajos de destrucción, y en concreto para contrarrestarlos negándoles nuestra obediencia; y, finalmente, a permanecer fieles a estas intenciones, incluso si su observancia pudiera procurarnos desventajas o peligros.
Es más o menos así como debería sonar un juramento similar al hipocrático, pero notablemente más amplio. Y sería hermoso si se pudiera jurar sobre este texto sin dudar y sin reservas. Yo digo, sin embargo, «sería» y «podría», ya que son sólo unas pocas personas prestarían juramento sobre el mismo; también porque el texto contiene elementos que dificultan su inmediata “jurabilidad”; y, por último, porque el mundo no es tal como para dejar abiertas las posibilidades de cumplimiento de este juramento. Sólo un bufón jura más de lo que podrían mantener un centenar de sabios.
Y yo no habría iniciado las siguientes consideraciones con el escepticismo que ahora estas palabras traicionan. Sino con una consideración pre-escéptica. «Es intolerable e imperdonable», así se presentó en origen mi primer pensamiento, «que sólo los médicos tomen sobre sí el compromiso (justamente a través del juramento hipocrático) no causar ningún daño a través de su actividad; que no lo sostengan en cambio millones de empleados en otros trabajos: los científicos naturales, los ingenieros y las legiones de trabajadores de la industria – de cuyo hacer y deshacer depende igualmente el destino de la humanidad – y que tampoco pretendan vincularse a una obligación a través de un juramento similar al hipocrático «. Éste fue, por tanto, mi primer pensamiento.