Quien, en las últimas décadas, se haya interesado por las muchas vicisitudes del patrimonio arquitectónico de Madrid conoce bien el nombre y significación de Vicente Patón; conoce bien la voz de este arquitecto que no ha hurtado esfuerzos en defender, valorar y dar a conocer los valores patrimoniales —y, por tanto, ciudadanos— de la arquitectura y la ciudad.
Quienes, además, hemos tenido la fortuna de tratarle personalmente conocemos el modo racional y riguroso de enfocar las cuestiones en los muchos debates y análisis urbanos; conocemos su bien fundamentado criterio, como hombre de cultura que era; su talante tranquilo y de imperturbable buena educación, que producía invariablemente —aun en las polémicas más encendidas— un ambiente de beneficioso apaciguamiento.
Vicente Patón ya no está entre nosotros. Esa voz tranquila y valiente —esa voz necesaria— se nos ha apagado esta noche. Nos quedarán las cosas que nos ha legado: su obra, su pensamiento, su ejemplo; la organización por él fundada —Madrid, Ciudadanía y Patrimonio— y que hasta hoy ha presidido; su actitud afable, siempre —como siempre es la cortesía— atenta al otro pero, a la vez, firme en la defensa de los valores en los que creía.
Lo vamos a recordar por mucho tiempo. Seguiremos, en su memoria, por la senda que él abrió con enorme generosidad y no sin arrojo. Y continuaremos escuchando esa voz.