Las decisiones urbanísticas del municipio de Madrid y por identificación de José Manuel Calvo, responsable de urbanismo de la ciudad se parecen cada vez más las unas a las otras. La corporación parece absorta por un peligroso juego de truco o trato. Se presentan como conquistas acuerdos que como mucho suponen ajustes en la edificabilidad sin contestar realmente los objetivos y contenidos de las operaciones en disputa (pues de una disputa se trata). Algunos de los resultados “reales” ya están ahí como en el caso de Canalejas, consumado prácticamente el desastre. Ahora rondando el mes de agosto llega este incomprensible acuerdo sobre la que constituye probablemente la operación urbanística planteada más decisiva para Madrid. Decisiva no sólo para el ámbito y los agentes implicados, sino para el conjunto de la ciudad.
Las breves notas escritas con una celeridad envidiable por Félix Arias contestando el acuerdo dan cuenta de este trato realizado al margen de los vecinos, recorriendo los distintos temas en disputa. Me gustaría insistir aquí en uno de los primeros apuntes contra el acuerdo. Dice literalmente F.Arias:
“El objetivo del acuerdo sigue siendo el uso del suelo público de ADIF como base de un negocio inmobiliario, y no el equilibrio urbano ni las necesidades de los barrios. Además, localizar en este ámbito 2,8 M m2 es congestivo, desequilibrador y una pérdida de oportunidades para todos.”
Este es el nudo de la cuestión, la utilización de un suelo común, público, para la estrategia financiera de un banco, el BBVA. Esta porción del suelo municipal no se ha considerado a lo largo de todo este proceso como pieza de un sistema, la ciudad, que debiera ser concebido en su conjunto, contando con sus desequilibrios y carencias, con sus diversas oportunidades, como parte de una estrategia urbana que con mejor o peor fortuna plantee un proyecto común más justo, equilibrado y eficiente. Este espacio se ha convertido exclusivamente en una pieza aislada donde las fuerzas económicas de la mano del BBVA pretenden jugar al monopoly ante una corporación en el mejor de los casos desorientada, que no la logrado cambiar el foco de esta operación.
A lo largo de todo este proceso las citadas fuerzas económicas han recurrido a las más burdas fantasías y los más erráticos cálculos para sostener la necesidad de realizar precisamente aquí, en Chamartín semejante acumulación de edificabilidad de usos privilegiados. A lo largo de este dilatado proceso nunca se ha considerado la posibilidad de otros lugares de la ciudad como soporte de al menos una parte de esta masa de edificabilidad, de estas actividades, de estas viviendas, ni de otras necesidades o posibilidades alternativas. Todo ha servido al efecto: fantasiosos cálculos de producción y empleo, fantasías sobre el Brexit cuando estuvo a mano (los buitres se olvidaron de hablar de Grecia a pesar de la fuga de capitales hacia el mercado inmobiliario londinense) Quien sabe que otros razonamientos a cuenta de catástrofes ajenas y propias serán utilizados en el inmediato futuro como soporte teórico a la operación (¿China tal vez?).
Este ayuntamiento, tan desorientado en su estrategia económica, parece no haberse dado cuenta de que estas actuaciones caracterizadas por dirigirse a espacios acotados y selectivos son precisamente el modelo de ciudad del capital financiarizado, de ciudad desigual que se supone que esta corporación combate. La estrategia de este capital es actuar precisamente por fragmentos, por lugares (a diferentes escalas) explotando operaciones puntuales sin relación alguna con las necesidades y la visión de los ciudadanos acerca del futuro de su ciudad.
La corporación ha creado con esta decisión una bolsa de valores, un espacio donde los capitales pueden valorizarse de forma ficticia, y cuyo juego de autovaloración no es posible controlar por los gobiernos municipales. La enorme edificabilidad concentrada en este lugar no está determinada por ninguna demanda previsible razonable para el conjunto de la ciudad y menos para ser concentrada en un solo lugar. Son simples activos financieros con una capacidad disruptiva brutal sobe el conjunto de la ciudad.
La corporación, en la persona de José Manuel Calvo nos ha hecho un truco, una barrabasada, mientras que al BBVA le ha dado un dulce (trato).