VILLAVERDE QUE TE QUIERO VERDE, Francisco López Groh

(El sur: entre la economía política y la ecología política)

2020-02-18

“Al final, todo en política gira en torno a la distribución de espacios. Qué son estos lugares? ¿Cómo funcionan? ¿Por qué están allí? ¿Quién puede ocuparlos? Para mí, la acción política siempre actúa sobre lo social como distribución litigiosa de lugares y roles. Siempre se trata de saber quién está calificado para decir qué es un lugar en particular y qué se hace con él”.

Rancière

La Carta del SUR  lleva en su portada un diagrama realizado por  Bidagor en los años 50. Félix Arias recordó el citado diagrama y proporcionó la imagen que después sería utilizada en el documento. Este diagrama, que refleja una decidida política de división del espacio entre el Madrid residencial e institucional y el Madrid fabril y de residencia obrera marcaba ya lo que después se llamaría la diagonal de la desigualdad urbana, y era una intuición de lo que después se formalizaría como la división  socioambiental de la ciudad.

Ha sido necesario que los problemas ambientales ligados a las transformaciones económicas del capitalismo tardío adquieran  la importancia actual para que aquel diagrama alcance todo su significado de producción de la desigualdad económica y ambiental, de economía política y ecología política,

Concha Denche ha insistido reiteradamente en relación con el SUR tanto en la desigualdad socioeconómica como en este segundo aspecto, del modo de producción urbano-ambiental de la ciudad.

Desde hace muchos años, los vecinos de Villaverde han reclamado y organizado en torno a la justicia ambiental, a la desigualdad espacial urbana en la producción y distribución de los bienes y “males” ambientales.

El debate en las III jornadas de la Plataforma nave Boetticher en torno a la revitalización del SUR reflejó las diversas concepciones de lo que podríamos llamar “la reivindicación del río”. Estas diferencias no son nuevas. Ya se suscitó con anterioridad un conflicto en relación con la demanda de desmantelamiento de la depuradora, que enfrentó a las asociaciones de Usera&Villavaverde con el gobierno municipal y, lo que es más notable a estos efectos, con Ecologistas en Acción.

Las organizaciones vecinales planteaban ese debate (depuradora) no solo como un asunto de molestias (distribución de males) sino como un problema de justicia espacio-ambiental, una experiencia sostenida de ser el lugar de todo tipo de residuos, funciones subsidiarias o no deseadas por “el centro”. A diferencia del momento fordista de la gran fábrica del Sur (50/70), en el distrito se conjugan las funciones de almacén de los diversos ejércitos  de reserva de fuerza de trabajo (los que incorporará según el ciclo el sistema y los “sobrantes”[1][1])  concentrando aquí los grupos de población que son los últimos en ser contratados (y en peores condiciones) en las etapas de crecimiento económico y los primeros en ser expulsados en las recisiones, con la utilización del territorio como almacén de deshechos, como el vientre del sistema, a la vez alcantarilla, espacio de servicio de infraestructuras ligadas a sustentar el modelo de acumulación (del que se participa claro de forma dependiente) que constituyen poderosas barreras que fragmentan el espacio común formando y Barrios que constituyen ciudadelas aisladas por barreras difícilmente franqueables donde se concentran las fracciones “sobrantes” del ejército de reserva (S. Cristóbal p,ej,). Desigualdad socioeconómica y desigualdad e la distribución de los bienes y males ambientales forman parte de una misma  y entrelazada política de urbanizaciòn.

Por eso es peligrosa (Como en la fantasía del Plan -v. Ranciere) la sostenibilidad como fantasía de la cohesión socioecológica urbana

Como tal, la «sostenibilidad» se ha convertido en una fantasía imaginaria, literalmente una utopía, basada en la posibilidad de una armonía socioecológica legitimada por un guión igualmente fantástico de una particular naturaleza «científica» singular, ordenada e inherentemente equilibrada de forma dinámica. Al hacerlo, las cuestiones de la desigualdad socioecológica, la destrucción del medio ambiente y sus relaciones de poder asociadas se relegan a una cuestión de gestión ecológica tecnocientífica efectiva (Swyngedouw, 2010).

El debate sobre la recuperación del río no puede eludir este debate, entre los que ven este sistema fluvial sólo  como un asunto ambiental o “de naturaleza” y aquellos (Usera-Villaverde) que lo ven como un problema espacialmente localizado de justicia ambiental, de desigualdad al fin y al cabo.

Es cierto que visto desde un cierto ángulo el rio es un sistema (cojo prestado este término de la física) ambiental y debe ser visto “en su conjunto”, pero no es menos cierto que el río en sus diferentes tramos cumple funciones diferentes en la ecología política de la desigualdad. No cumple la misma función en los tramos al norte o en el transcurso por los bordes del área central que en el Sur. Hay en este sentido una ecología política espacialmente diversificada.

Para la Plataforma la recuperación del río está forma parte de una estrategia compleja ligada a  esta particular distribución espacial del metabolismo y la economía política urbanos, y por eso lo considera un elemento ligado a la estrategia general de cambo sistémico en el sur, articulado con los otros ejes de actuación: revitalización productiva y lucha contra la brecha tecnológica.


[1][1] Srnicek y Williams distinguen cuatro tipos de esta “población sobrante”: el segmento capitalista, el segmento no capitalista, el segmento latente y el segmento inactivo. El primer segmento está constituido por los desempleados y subempleados, situado dentro del mercado laboral capitalista normal. Este grupo ejerce presión a la baja sobre los salarios de los empleados. El segundo, el segmento no capitalista de la población excedente, está formado personas que han sido desposeídas de sus medios de subsistencia pero que tienen algunas redes de seguridad social (ya sea comunitarias o estatales) que les permitan quedarse sin trabajo por mucho tiempo. Estas economías de subsistencia producen bienes para el mercado (pequeñas baratijas, por ejemplo), pero están organizadas como formas de producción no capitalistas en el sentido de que no buscan acumular.

Un tercer grupo latente existe en formaciones económicas precapitalistas que pueden movilizarse fácilmente en el mercado laboral capitalista. Esto incluye la reserva de proto-proletarios (incluidos los campesinos), pero también incluye a las trabajadoras domésticas no remuneradas, así como a los profesionales asalariados que están en peligro de ser devueltos al proletariado, a menudo a través de tareas administrativas (por ejemplo, profesionales médicos, abogados y académicos). La importancia de este grupo es que forma una reserva adicional de fuerza de trabajo para el capitalismo cuando los mercados laborales existentes están tensionados. Finalmente, además de los otros estratos, una gran cantidad de personas son consideradas económicamente inactivas (incluidos los desalentados, los discapacitados y los estudiantes)

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