UN PRINCIPE EN LA VANGUARDIA
1) Maquiavelo, fundador de la teoría politica moderna -y la Polis moderna- hace de su Principe un activo vector del Renacimiento, que significa resistencia empirista, científica y, en resumen, antifeudal y moderna, esto es, necesaria. El lenguaje mismo del texto no es el Latin sino el joven Italiano. El sujeto principal es un individuo nuevo, progresista e inteligente que defiende la República, la urbanidad y la ciudad de la burguesía naciente, materialista y revolucionaria. Adios al rancio aristotelismo escolástico y metafísico, ya que toda realidad es concreta y particular, como toda verdad.
2) Gramsci funda su Teoría de la Hegemonía en la praxis del Principe. Este, ayudado por un Intelectual Colectivo de confianza, coraje y sabiduría, es capaz de imponer su Modelo no solo sobre el Principe-Partido sino también sobre el Principe-Pueblo o subjetividad colectiva. Para su eficacia política se necesita la síntesis entre Fuerza-conflicto y Razón-consenso. La astucia de la serpiente, diría Jesús de Nazaret. Esa nueva Hegemonía se sustenta en una combinación de fuerza estratégica y de flexibilidad táctica. Así, la modernización del marxismo recibe de Gramsci otra gran síntesis entre: Base economica y Superestructura ideológica, Historia y Filosofía, cantidad y calidad, necesidad y libertad, democracia participativa y democracia representativa, naturaleza y hombre, acción y pensamiento. En ese orden.
3) Julio estudió a Gramsci quizá antes que la mayoría de nosotros. Quizá por ello, su actividad como arquitecto, urbanista, crítico, decano, editor y escritor tuvo un alcance político para la Polis, cargado de síntesis disciplinar. Sabía por Gramsci que existe un “eterno retorno”: el retorno de los intelectuales al redil. Porque ese es el redil del “Sentido Común”, troquelado en los cerebros cómplices por la ideología dominante o falsa conciencia cocinada desde la clase dominante. Por eso Julio supo mantenerse a distancia de tantos intelectuales del redil burgués o neoliberal, entre ellos neorrománticos, antimodernos, postmodernos, modernistas, populistas y libertarios, entre los muchos que han intentado -inutilmente- utilizar a Gramsci contra el Marxismo. En rigor, así pudo Julio ejercer como ese Principe Moderno que, libre de cualquier sectarismo, consiguió sintetizar -en sus obras y en su vida- verdad, justicia y belleza, como nos exige el arquitecto romano Marco Vitruvio desde hace veinte siglos.
Antonio Miranda. Enero 2021