DEBATE: MADRID A PEDALES

Intervienen:
Alfonso Sanz. Geógrafo. Director del equipo redactor del Plan Director de Movilidad Ciclista de Madrid (GEA21)
Gianni Rondinella. Urbanista. Investigador de Transyt, Centro de Investigación del Transporte (UPM). Participante en el proyecto UNIBICI.
Antonio Lucio. Gerente de la Fundación Movilidad.
Iñaki Díaz de Etura Representante de la Asociación de usuarios de la bicicleta Pedalibre.

Modera: Alvaro Ardura. Arquitecto. Club de Debates Urbanos

Video: (1)
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PRESENTACIÓN DEL LIBRO: TERRA CRÍTICA 2001–2007. PAÍS CIUTAT CIUTADANÍA PLANETA.

Intervienen: 
María Diago, (bióloga, UPV.),
Fernando Gaja (arquitecto urbanista, profesor UPV).
Joan Olmos (ingeniero de Caminos, profesor UPV).
Ramón López de Lucio (arquitecto urbanista, catedrático ETSAM) 

Modera: Teresa Arenillas (arquitecta, vicepresidenta CDU)

Presentación de Teresa Arenillas.
Hoy nos reunimos para presentar un libro editado no hace mucho por la Universidad de Valencia. Se llama TERRA CRÍTICA 2001-2007, con el subtítulo : País, ciudad, ciudadanía, planeta.
Lo coordinan cinco de los muchos autores que participan en él. Estos coordinadores son: José Albelda, María Diago, Fernando Gaja, Antonio Montiel y Joan Olmos y reúnen una clara composición pluridisciplinar como debe ser todo lo que tiene que ver con la ciudad, el territorio, la ciudadanía o el planeta. Tres de estos coordinadores, como luego os presentaré, están hoy con nosotros en la mesa.
El libro supone la recopilación de artículos que bajo la etiqueta “Terra Crítica” tuvieron acogida entre los años 2001 y 2007 en el diario LEVANTE, periódico valenciano que cada domingo incluyó entre sus páginas un texto de este grupo de profesionales que, con un punto de vista plural, abierto y crítico hablaban sobre el territorio, la cultura y la gente del País Valenciano.
Desconozco por qué dejaron de publicarse los artículos pero seguro que alguno de los componentes de la mesa nos lo aclarará. En todo caso, tuvieron la suerte de estar presentes en la prensa de manera habitual a lo largo de siete años. El Club de Debates Urbanos sólo lo ha conseguido hacer de modo esporádico y sobre todo al principio de su andadura. En el momento actual no parece que a ninguna prensa madrileña le interese el debate del territorio y la ciudad y menos aún si ello supone la crítica de algunos responsables políticos o económicos.
Volviendo al libro, en él se recogen artículos que tratan de todo el repertorio de temas urbanos y territoriales que hoy predominan en el debate sobre las grandes ciudades. Cómo expone Josep María Montaner en el prólogo: “Los artículos de este libro claman por la justicia, contra la malversación del territorio y el deterioro del medio ambiente, contra la continua erosión de la cultura de lo público, contra la banalización de la cultura, y a favor de la auténtica participación democrática, a favor de la lógica de los sistemas ecológicos, a favor de una nueva visión de las ciudades y a favor de una cultura crítica”.
El período que abarca la publicación coincide con el boom inmobiliario y especulativo que ha arrasado nuestro territorio y más aún la costa mediterránea y se para precisamente cuando la burbuja se pincha y los casos de corrupción empiezan a salir a la luz.
Como decía antes, los artículos los escriben un grupo de profesionales de campos muy diversos (físicos, biólogos, arquitectos, ingenieros, sociólogos, filósofos, historiadores, geógrafos, arqueólogos, periodistas, economistas, abogados etc.), todos ellos vinculados a la universidad valenciana pero también a la realidad inmediata y capaces de comunicar el debate y expresar sus teorías con un lenguaje claro y asequible para favorecer la creación de una cultura crítica.
Se plantean cómo llevar a cabo los avances necesarios y las transformaciones que toda ciudad necesita sin destrozar el territorio, menospreciar el patrimonio y expulsar a los sectores sociales mas desfavorecidos. Se sitúan ante un reto básico que cada ciudad o territorio ha de saber responder democráticamente en cada momento: qué es lo que se conserva y qué es lo que se transforma, quizá en la línea de lo que plantea Bernardo Secchi en un artículo sobre “Historia y ecología en el desarrollo urbano.”
Pienso con Jose María Montaner que, para que la cultura del bien social y de lo público no se debilite no hay mas remedio que contar con el pensamiento y la acción de grupos como Terra Crítica que vayan construyendo puntos de diálogo complejo, de debate y pedagogía sobre la sostenibilidad y que propongan alternativas urbanas a las que quieren imponer el poder inmobiliario, el poder financiero y la industria turística.
Desde el Club de Debates Urbanos hemos seguido una trayectoria similar, más centrados en debates y acciones públicas que en publicaciones que, aunque las ha habido, han sido más escasas por los motivos que antes comentaba.
Incluso hay cierta similitud en la publicación de un libro en el que, con el título MADRID, hacíamos balance de todo lo ocurrido en nuestra ciudad y nuestro territorio desde la fundación del CDU en 1993 hasta el décimo aniversario en 2003. Espero que esta coincidencia sirva para intercambiar conocimiento y propuestas entre Terra Crítica y el CDU.
Pero volviendo al libro, este se estructura en cuatro apartados, cada uno de ellos con una introducción a cargo de un componente del grupo Terra crítica.
El primer grupo de artículos, prologado por Joan Olmos, se titula PAIS y se refiere a diversas cuestiones que tienen que ver con el territorio de la Comunidad Valenciana, con su ocupación abusiva en los últimos años y con las infraestructuras asociadas a esta explosión urbana. Territorio, urbanismo, recursos e infraestructuras serán los temas de los que se ocupe este bloque temático, con asuntos como el crecimiento desmesurado y la especulación, la huerta valenciana en peligro, las infraestructuras del transporte, el transvase del Ebro, el puerto de Valencia etc. etc.
El segundo apartado del libro, con el epígrafe CIUDAD, lo prologa Fernando Gaja y recoge artículos referidos a la acelerada transformación de la ciudad de Valencia presentada por algunos como “el no va mas de la modernidad y el progreso”, pero que deja atrás una ciudad abandonada a su suerte , que beneficia solo al capital inmobiliario y deja sin resolver necesidades básicas de alojamiento. Los artículos recogidos se refieren a las operaciones que más crítica han provocado como : la remodelación del estadio del Mestalla y nueva construcción del estadio del Valencia C.F.; la transformación de la dársena del Puerto para acoger la Copa de América 2007; el premio Fórmula 1 de 2008; el deterioro, abandono y derribo del Cabanyal; el desinterés por la ciudad existente y consecuente destrucción incontrolada del patrimonio arquitectónico, y finalmente, el maltrato del espacio público a favor única y exclusivamente del transporte motorizado privado con proliferación de enormes rotondas y túneles.
El tercer bloque trata de la CIUDADANÍA con introducción a cargo de María Diago. En él se recogen artículos que tienen que ver con el papel central de los ciudadanos en los procesos de decisión sobre la ciudad frente a un modelo de gestión territorial y urbana en el que los beneficios son apropiados por una minoría mientras las externalidades y los perjuicios se socializan entre todos. Se habla aquí de los servicios públicos, del accidente de la línea 3 de metro, de
las elecciones, de la inmigración, de la libertad religiosa, del papel de la cultura, del barrio, de la escuela, de la calidad ambiental o de diversas reivindicaciones ciudadanas.
El último apartado del libro se refiere al PLANETA. Este grupo de artículos, prologados por José Albelda, que hoy no está en Madrid con nosotros, toca los temas mas generales del cambio climático, la cuestión de los límites, la sostenibilidad, la imbricación de lo social, económico y ambiental en un nuevo modelo, la naturaleza y el paisaje, lo rural, la energía nuclear, los residuos, las trampas de las falsas etiquetas de lo “verde” y “sostenible” etc. Todo ello desde una visión más general pero también centrada en casos concretos valencianos.
Finalmente diré que este libro se escribe desde la crítica y la denuncia de situaciones concretas, pero a partir de ahí con una mirada positiva que intenta transmitir la idea de que otro mundo es posible y también otros territorios y otras ciudades son imaginables y realizables.
En este punto enlazaría con e texto fundacional del Club de Debates Urbanos en el que declarábamos que: “Movidos por el deseo de combatir el desánimo de la población ante la incapacidad de influir en el medio en el que viven…” acordamos constituir una asociación denominada Club de Debates Urbanos con la intención de intentar entre todos mejorar nuestro entorno. Veo de nuevo similitudes que espero que provoquen una futura colaboración.
Con esto, os dejo con los ponentes de esta mesa que nos hablarán con mas detalle del libro y de dónde conseguirlo, pero antes hago una escueta presentación de cada uno de ellos:
María Diago es bióloga y consultora ambiental, autora, entre otros, del libro “El proyecto necesario. Construir un desarrollo sostenible a escala regional y local” publicado por la Universidad de Valencia en 2002. En el libro que presentamos coordina el bloque titulado CIUDADANÍA.
Fernando Gaja es arquitecto urbanista y profesor de urbanismo de la Universidad Politécnica de Valencia. Coordina el bloque CIUDAD.
Joan Olmos es Doctor Ingeniero de Caminos y profesor titular de urbanismo en la Universidad Politécnica de Valencia. Coordina el bloque PAÍS.
Ramón López de Lucio es arquitecto urbanista y catedrático de urbanismo en la ETSAM. Es vocal de la Junta Directiva del CDU y nos hablará del libro como lector, no cómo autor.
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DEBATE: EL FINAL DE LA CASTELLANA. PRESENTACIÓN DEL PLAN PARCIAL “PROLONGACIÓN DE CASTELLANA”.

Intervienen:José Mª Ezquiaga: Arquitecto. Co-Director del equipo Redactor del PPRI Prolongación de Castellana
Luís Rodríguez-Avial: Arquitecto. Consorcio Prolongación de Castellana
Iñaki Ábalos. Arquitecto. Equipo Redactor del PPRI Prolongación de Castellana. Catedrático de Proyectos ETSAM
Luís Fernández Galiano. Catedrático de Proyectos ETSAM

Modera:

Antón González Capitel. Arquitecto. Catedrático de Proyectos ETSAM.

Videos del Debate:
Presentación  (1);
Rodriguez-Avial  (1)(2);
Ezquiaga:  (1)(2)(3)(4);
Ábalos:  (1);
Fernández-Galiano:  (1);
Capitel:  (1);
Debate:  (1);   (2)(3)(4);

Crónica del debate
Poco después de la Aprobación Inicial por el Ayuntamiento de Madrid (el 5-11-2009) de lo que parece será el proyecto definitivo para la operación Chamartín / Prolongación de Castellana, el Club de Debates Urbanos ha organizado una sesión expositiva y valorativa sobre esta actuación que probablemente será la transformación urbana más importante de Madrid durante los próximos 10-15 años.
La expectación ante el proyecto, que modifica sustancialmente la propuesta anterior de Ricardo Bofill, se traduce en una sala rebosante y en multitud de interrogantes que quedan pendientes para debates posteriores.
Interviene en primer lugar Luis Rodríguez-Avial en representación del Consorcio Urbanístico, participado por las tres administraciones públicas, que vigila la gestión de la operación (dirigida por DUCH, participada mayoritariamente, el 72%, por el BBVA). Realiza un rápido recorrido por los avatares de la iniciativa que, desde sus inicios en 1994, ha estado detenida años, básicamente en búsqueda de un acuerdo sobre dos aspectos esenciales. La edificabilidad lucrativa—que ha crecido hasta la cifra definitiva de 1’05 m2 construidos por m2 de suelo bruto—y que extendida a las 312 Has que totaliza el ámbito significa la impresionante cifra de 3’28 millones de m2 edificables. Y en segundo lugar el reparto de los costes de las grandes infraestructuras que deberán soportar la operación. El acuerdo del 2008 supone que DUCH realiza la totalidad de las infraestructuras interiores al ámbito excepto la remodelación y ampliación de la estación de Chamartín; y tampoco, por supuesto, la construcción del “bypass Norte” (conexión con la nueva M-30) y el nuevo túnel del AVE entre atocha y Chamartín.
La intervención más esperada—y la más dilatada—fue la de Jose María Ezquiaga. Cuatro objetivos básicos guían la propuesta que ha realizado su equipo. En primer lugar la “recentralización” del terciario de oficinas rompiendo la tendencia que en los últimos tiempos lo comienza a diseminar por las diferentes periferias del municipio y por lugares privilegiados de la primera corona metropolitana, en lugares casi absolutamente dependientes de la movilidad privada (los ejes de la A-1, A-2, A-6, M-503, etc.). El segundo principio del proyecto sería precisamente relacionar los nodos de máxima concentración edificatoria (rascacielos de oficinas, vivienda colectiva en altura) con los lugares de mejor accesibilidad mediante el transporte público (en primer término el propio entorno de la estación de Chamartín). Es decir, una política de localización de usos y de movilidad claramente distinta de la que impulsa el mercado: descentralización creciente y obligada dependencia del automóvil.
El tercer objetivo consiste en promover la complejidad funcional, la mezcla de terciario de oficinas, vivienda, comercio y equipamientos de proximidad. Se pretende limitar la aparición de macrocentros comerciales autónomos al que sin duda aparecerá en la Estación y a 1 o 2 más de tamaño no excesivo (la cifra que se permite en parcela independiente es de 40.000 m2c). El cuarto pilar se refiere al “cosido” de la fragmentaria estructura urbana del NE municipal, interrumpida precisamente por la larguísima playa de vías de Chamartín. La mejora de las conexiones transversales este-oeste implica una nueva reticulación de esa parte de la ciudad. Esa nueva estructura urbana no se limita a los trazados viarios, también a la prolongación de la línea 10 de Metro (4-5 estaciones) y a la aparición de una nueva estación de Cercanías.
Las magnitudes de la operación son bastante impresionantes, 312 Has y 3’28 millones de m2c que deberán materializarse  en aproximadamente la tercera parte del suelo del ámbito de actuación, poco más de 100 Has. Con lo que las edificabilidades netas medias de las parcelas edificables serán bastante elevadas, por encima de los 3 m2c/m2s. La superficie edificable total se divide por mitades en residencial (1’63 millones de m2c., de los que 192.000, el 18%, estarán destinados a viviendas con algún tipo de protección, unas 3.890 unidades de 75 m2c) y terciaria (1’20 millones de m2c de oficinas, el 73’6%, el resto destinado a hostelería, comercio y dotacional privado).
El diseño físico incorpora una prolongación de la Castellana de 3’2 kms con una sección moderada (dos carriles de circulación por sentido) y altura máxima de la edificación limitada a 10 plantas. El resto del espacio urbanizado se sitúa hacia el Este, entre la Castellana prolongada y los amplios espacios destinados a zona verde sobre  la playa principal de vías y las zonas de vías y espacios auxiliares abiertos destinados al uso ferroviario. El trazado urbano se decanta por una retícula de amplias manzanas que combinan las torres exentas con los edificios alineados a vial con espacios libres privados.
Indudablemente el perfil urbano de la metrópoli acentuará su verticalidad, subrayando su carácter de CBD periférico, y reforzando el efecto que ya producen las 4 torres del Real Madrid.
La intervención de Iñaki Abalos, colaborador de Ezquiaga en la definición formal del proyecto, no aporta mucho más contenido, excepción hecha de la dudosa metáfora del “palo de golf” que recuerda la ordenación en planta y de la sugestiva sugerencia de permitir mayor visibilidad para las distintas cotas verticales del proyecto (las vías férreas, los grandes trazados viarios soterrados, las superficies urbanizadas a cota de calle). Antón Capitel, como moderador, desarrolla una breve intervención centrada en la escasa fortuna histórica que ha tenido y tiene el Paseo de la Castellana considerado como vía urbana de paseo y actividad, excepto el tramo Colón-Cibeles, pero incluyendo su prolongación de posguerra entre Nuevos Ministerios y Plaza de Castilla. Por no hablar del tramo, con características cercanas al de una autovía, al Norte de dicha plaza. Con tales antecedentes duda Capitel de que le nueva y excéntrica prolongación logre revertir dicha anomia urbana. Por fin la intervención de Luis Fernández Galiano, visiblemente improvisada, es asimismo breve y marcadamente desabrida: al parecer no le han resultado mínimamente convincentes los “dibujitos” que presenta el equipo.
Unos comentarios personales de urgencia permiten subrayar la importancia de la operación pero también su voluntarismo. En el sentido de que una “recentralización” del terciario direccional debería implicar una decidida política de limitar otras implantaciones metropolitanas menos razonables, cosa que solo cabría hacer en el marco de un planeamiento regional con claras vinculaciones, perspectiva que, por el momento, no se vislumbra en absoluto en el horizonte político de la Comunidad que gobierna la señora Aguirre.
Piedra de toque del proyecto será, asimismo, la limitación –que de momento no se considera—de las plazas de aparcamiento anexas a los edificios de oficinas en los espacios de mejor accesibilidad por medio del transporte público (se recuerda que el proyecto presentado estima que el 92% de los empleos y el 99% de la población estaría a menos de 500 m, 10 minutos caminando, de una estación de Metro o Cercanías). Si no se quiere congestionar mas la Castellana Norte de lo que ya están haciendo las Cuatro Torres, se debería apostar decididamente por un standard de máximos (número de plazas por cada 100m2c) en vez del habitual de mínimos, aunque ello supusiera una modificación puntual de la normativa del Plan General vigente.
Si se pretende producir un espacio urbano que merezca tal calificativo, la teórica mezcla de actividades deberá dosificarse a través de un diseño y de unas reglas edificatorias extremadamente cuidadosas. Que limiten la proliferación de grandes superficies comerciales exentas (se prevén al menos 80.000 m2c con ese carácter) de manera que se asegure la viabilidad del comercio de proximidad asociado a la edificación residencial. Así como que se garantice la continuidad de los frentes edificados, la consecución de masas críticas significativas de empleos y viviendas concentrados, el correcto dimensionamiento del viario, la no intrusión de zonas verdes intersticiales de dimensión excesiva, etc. En fin, los temas y los problemas habituales para la consecución, siempre difícil, de auténticos paisajes urbanos en la periferia de nuestra ciudad.
Ramón López de Lucio, arquitecto, vocal Junta Directiva del Club de Debates Urbanos, catedrático de Planeamiento Urbanístico en la Escuela de Arquitectura de Madrid
10-12-2009
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DEBATE: ERRORES URBANISTICOS EN EL MADRID MODERNO. INFRAESTRUCTURAS CONTRA URBANISMO.

Intervienen:
Javier Frechilla (arquitecto, catedrático de la ETSAM)
Antón González Capitel (arquitecto, catedrático de la ETSAM)
Miguel Aguiló (ingeniero de caminos, catedrático de la ETSICCP).

Modera: Ramón López de Lucio (arquitecto, catedrático de Urbanismo ETSAM, CDU).

Intervención de Antón González Capitel
ERRORES URBANÍSTICOS DEL MADRID MODERNO, O LA SUSTITUCIÓN DE LA CIENCIA URBANA POR LA INGENIERÍA DE TRÁFICO
En los años 30, bajo el régimen de la Segunda República, de la mano maestra de Secundino Zuazo y con el patronazgo de Indalecio Prieto como Ministro de Obras Públicas, se produjo una importante reforma urbana de Madrid, bien conocida de todos: la prolongación del Paseo de la Castellana, de un lado, y la construcción de los enlaces ferroviarios subterráneos a lo largo del gran eje del Paseo del Prado, Paseo de Recoletos, y Paseo de la Castellana, de otro, y desde la estación de Atocha hasta una supuesta estación, entonces inexistente, y que tardaría mucho en ser construida, la estación de Chamartín. Más tiempo todavía tardó también la ciudad en concluir, arquitectónica y ferroviariamente, este decisivo y nuevo rasgo metropolitano que guió su más importante crecimiento, dilatación que demostró, en definitiva, su lucidez.
Después de la guerra civil, el Plan de 1942, de la mano de Bidagor -que había aprendido casi todo del entonces desterrado Zuazo- prolongó aún la vía más importante de la ciudad más allá de la plaza de Castilla, punto de unión entre la prolongación del Paseo proyectada por Zuazo y la carretera en la que se había asentado el barrio de Tetuán de las Victorias. Pero, además, ideó otra importantísima nueva vía, la Avenida del Arroyo Abroñigal, que sólo vería la luz mucho más tarde, y transformada ya, por simples razones temporales, de una autovía de circunvalación de la ciudad, naturaleza con la que había sido pensada, en una vía interior de tráfico rápido, condición a la que el paso del tiempo la había inexorablemente llevado. Casi 40 años transcurrieron entre el pensamiento sobre esta autovía y su realización, cuando fue bautizada con el abstracto nombre de M-30.
La M-30 nacía, pues, como hija de una contradicción. Era una autovía que, sin dejar de serlo, se había convertido automáticamente en una vía urbana. Su construcción era un bien, qué duda cabe, y así la nueva vía ayudó poderosamente a estructurar más adecuadamente la metrópoli. Pero también planteaba un reto que la ciudad tendría que acabar asumiendo: la contradicción en la que nacía tendría que ser, algún día, definitivamente resuelta. La M-30 tendría que ser, con el tiempo, otra cosa. Tendría que transformarse.
Una de las posibles transformaciones fue insinuada ya cuando el ayuntamiento socialista, presidido por Tierno Galván, y con Eduardo Mangada como concejal de urbanismo, construyó el cierre de la autovía mediante una de las posibilidades de transformación que tenía la naturaleza de la antigua. La Avenida de la Ilustración, un gran paseo que compatibilizaba el gran tránsito de vehículos con su naturaleza urbana, se realizó a la manera de una Castellana nueva.
Voces oscuras, partidarias del diseño de la ciudad como una cuestión de tránsito de vehículos, protestaron mucho entonces. Eran voces que ya se habían convertido en actuaciones muy a menudo, y que, a partir de entonces, fueron prácticamente únicas. Desde antes del gobierno socialista de la ciudad y, sobre todo, después de él, la metrópoli madrileña se convirtió en un territorio gobernado desde el único punto de vista de la ingeniería del tránsito privado. Un punto de vista bastante siniestro, que convirtió casi todas las actuaciones del Madrid moderno en graves errores urbanísticos, transformando negativamente el desarrollo de una ciudad que tan buenos inicios había tenido.
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El apodo de “el tubo de la risa” con el que los madrileños bautizaron a los túneles ferroviarios construidos por Zuazo, y debido a que permanecieron vacíos desde los tiempos de la Segunda República hasta que, en los avanzados años 60, la administración de la dictadura franquista realizó la estación de Chamartín, explica bien la ignorancia que la ciudad tenía de lo que era su más positivo rasgo urbanístico. Llegados aquellos años, los enlaces ferroviarios se revelaron tan lúcidos como imprescindibles, pero la óptica tan miope como interesada que el franquismo tuvo sobre la ciudad hizo que tan importante rasgo permaneciera aislado. Aislado incluso en su misma situación, pues nunca se construyó, desgraciadamente, una línea del Metro que siguiera toda la Castellana –se pensaba, acaso, que con el paso de los trenes de cercanías por “el tubo” era suficiente- y tampoco se aprovechó la lucidez de los enlaces para pensar que, más pronto o más tarde, serían insuficientes. Al parecer, toda clase de instalaciones y otros impedimentos hicieron que no fuera demasiado práctico duplicar o triplicar los túneles del tren utilizando el subsuelo del mismo eje.
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Pero vayamos primero a lo que permitía la existencia de la M-30, y que no fue aprovechado. La construcción de este anillo viario –completado además, y después, con los otros anillos periféricos, la M-40 y la M-50- suponía que el encuentro con él podría evitar la acometida de las grandes carreteras nacionales directamente hacia la ciudad. No fue así en la acometida de la Nacional VI, hacia Galicia y Asturias, que se siguió dirigiendo directamente hacia el centro de la ciudad, sacrificando para ello tanto las cualidades ambientales de la vieja entrada como las de la vía de inicio a la Ciudad Universitaria.
Es ésta otra de las grandes actuaciones urbanísticas erróneas del Madrid moderno. La Ciudad Universitaria, promovida por el tramo final del decadente régimen monárquico, pero construida en realidad por la Segunda República, fue destruida por las fuerzas nacionalistas durante el transcurso del frente de guerra, pero reconstruida y reforzada después por el régimen dictatorial. Se trataba de una de las operaciones urbanas más cualificadas de Madrid, que no tiene parangón, al menos como tal uso, en ninguna ciudad del mundo.
Probablemente bien consciente de ello, el régimen dictatorial reforzó mucho en la posguerra su primer tramo, esto es, el que le une a la ciudad convencional. En efecto, después de la guerra civil, tanto las reconstrucciones como, sobre todo, las nuevas construcciones, consolidaron este primer tramo de la Ciudad Universitaria. Se realizaron en él el edificio del Museo de América , las Escuelas de Ingenieros Navales y de Ingenieros Aeronáuticos, y nuevos Colegios Mayores, y se simbolizó esta consolidación con la construcción del Arco de Triunfo, que, si bien, y de un lado, simbolizaba la victoria de las fuerzas rebeldes sobre las leales, de otro, jalonaba poderosamente el inicio de la Ciudad Universitaria, con un tramo de avenida desde el arco hasta la plaza del Cardenal Cisneros, a partir de la cual se abría el segundo tramo de la avenida hasta el lugar llamado “El Paraninfo”, final del recinto universitario.
Pero el Ministerio de Obras Públicas, ya en los años 80, ignorando la condición universitaria de este tramo de calle, y abusando sin dudarlo de su propio y muy específico papel, interpretó la ciudad a su gusto y lo convirtió en la prolongación de la Nacional VI, quitándole toda otra naturaleza que no fuera ésta. Se redujeron enormemente las aceras, se talaron filas de árboles y se construyó un túnel capaz de evitar el paso por la plaza del Cardenal Cisneros y de convertir así esta avenida universitaria en un trozo de autovía.
Igualmente se reformó el primer tramo de la nacional VI, posterior a la plaza del Cardenal Cisneros, sometiéndolo a la unidimensional ideología de la ingeniería del tráfico privado, y asolando este trozo del territorio, tal y como puede verse hoy. Recuerde, quien pueda, lo que antes hubo. La Puerta de Hierro, ridículamente aislada en medio de las vías de tránsito, es el dramático testigo mudo de la brutal reconversión que de este cualificado lugar se hizo.
Posteriormente todavía, la construcción de la central de autobuses en el “intercambiador” de Moncloa añadió el pretexto del tránsito público a la destrucción del lugar con nuevos túneles y nuevas vías, sólo recientemente acabados. Así, desde los años 80 hasta 2009 se ha realizado una destrucción sistemática de las cualidades urbanas del primer tramo de la Ciudad Universitaria, convirtiéndolo en un territorio enormemente áspero sino es acaso para los automovilistas, y destruyendo un lugar cuya transformación debería haber sido evitada, dada la existencia de los grandes anillos viarios metropolitanos.
Uno de los más grandes errores urbanísticos del Madrid moderno se ha consumado.
Pero, dada la exageradísima importancia de las obras públicas en todo este asunto, y en otros semejantes, no tenemos más remedio que preguntarnos: ¿había, verdaderamente, en las intenciones de todo esto mucho más que el desvío de grandes cantidades de capital público? Los funcionarios, políticos y técnicos, que programaron este desaguisado ¿tenían en su norte, realmente, alguna otra cosa? Podemos imaginar, con algo de condescendencia, que se trataba, tal vez, de matar dos pájaros de un solo tiro, el servicio público de la supuesta mejora del tránsito rodado y el consiguiente negocio de la construcción de infraestructuras, pero, a la vista de los resultados, no cabe duda cuál era el pájaro principal que los expertos tiradores se proponían cobrar. (Con gran miopía, por cierto, pues resolver que esta carretera entroncara mejor con la estructura urbana de la metrópoli hubiera proporcionado obras no menos pingües, si bien más difíciles de idear y de proyectar.)
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Volviendo a la Castellana, resulta más sencillo explicar el error de su final, pues es nítido y a la vista está. La calle más importante de la ciudad acaba en un aparatoso nudo de autovías, anunciado, eso sí, por los dos túneles que el automovilista ha de usar obligadamente si se dirige hacia allí. El primer túnel puede considerarse incluso caritativo, pues le impide contemplar de cerca el horror de la plaza de Castilla que, inevitablemente, habrá visto de lejos. Allí se acumulan las peores arquitecturas de la ciudad: el mediocre monumento al protomártir de la cruzada franquista –por cierto ¿la Ley de Memoria Histórica no debería obligar a desmontar ese artefacto?- las inefables torres inclinadas de los horteras arquitectos estadounidenses, las distintas estaciones de autobuses que las acompañan y acompañaban a modo de subproducto formal, y, ahora, el estúpido monolito del ingeniero-arquitecto-escultor -¿algo más?- valenciano.
Los horrores, en el caso de la plaza de Castilla son, pues, arquitectónicos, y tan sólo una obra de ingeniería –eso sí, de construcción, no de tránsito- , el depósito de agua, intenta defender, ella sola, la calidad formal. Imagino que no faltará mucho para que lo tiren.
Lo cierto es que la gran avenida, con el significativo anuncio de los túneles, renuncia a ser en su final un elemento urbano para convertirse sin más en un complicado artificio viario. La ingeniería de tráfico, ha sustituido espúreamente, y una vez más, a la urbanística. Las nuevas y elefantiásicas torres, condenadas así a ser periféricas, parecen contemplar asombradas el lugar que desproporcionadamente
ocupan, mientras testimonian elocuentemente que, en el Madrid moderno, tan sólo aparece plenamente la arquitectura –la arquitectura que sea- si significa especulación.
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Otras entradas y salidas, como las de la Nacional III, IV y V, están más unidas a la gran infraestructura viaria metropolitana que a la ciudad central. No así la Nacional II, o carretera de Barcelona. Prolongación del gran eje Cea Bermúdez- Abascal-María de Molina, que une sin razón alguna que lo justifique las radiales II y VI, la carretera de Barcelona coincide con el acceso al Aeropuerto.
Ni el Ministerio de Obras públicas ni el Ayuntamiento se habían preocupado nunca de esta absurda coincidencia hasta que los atascos sistemáticos llegaron a impedir el buen acceso a Barajas. Fue el ayuntamiento presidido por Álvarez del Manzano el que aplicó para resolverlo la mágica solución municipal madrileña, los túneles, fórmula técnica para esconder la porquería debajo de la alfombra y para desviar con ejemplar y extrema eficacia los fondos públicos hacia las empresas de Obras Públicas.
(Se diría que la coincidencia de los adjetivos facilitaba la identidad de la solución).
El túnel municipal –de insólito recorrido subterráneo, pues da numerosas curvas para volver a salir en la Avenida de América- parece haber resuelto el problema. Pero, ¿no se hubiera gastado el mismo o parecido dinero si se hubiera
reservado, por ejemplo, la Avenida de América para el Aeropuerto y se hubiera buscado una alternativa desde la M-30 para la salida a Barcelona? Esta u otra alternativa, y más allá o más acá del dinero, hubiera dado a Madrid una solución más atractiva que el enterramiento del tránsito privado, carrera en que la ciudad parece haber empeñado sus afanes hasta conseguir ser la que tenga más túneles en todo el mundo. ¿Se tratará de algún tipo de record?
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Pero, visto esto, llegamos de nuevo a la M-30, para la que el alcalde Gallardón reservaba una transformación aparentemente sorprendente, pero, como ya hemos visto, ligada a la tradición municipal y moderna de la ciudad. La M-30 necesitada a medio plazo una transformación que la librara de su ambigua naturaleza, como ya habíamos visto, y, en el tramo del río, fue así tocada por la varita mágica que –en vez de bastón de mando- parecen poseer los alcaldes de la ciudad, para transformarse en algo muy sencillo y, supuestamente, eficaz: un túnel, probablemente el túnel más largo y más caro del mundo. La administración de la ciudad ha quedado económicamente hipotecada hasta límites que en España eran desconocidos y que son políticamente escandalosos.
El desvío de los fondos públicos hacia las empresas de infraestructuras ha sido en este caso impúdico, y eso que todavía falta una parte muy importante, aquélla que se ha exhibido, con no menor impudicia, como coartada de la solución: la construcción superior de un parque. Esto es, el infierno debajo –es, de hecho un infierno: vayan, por favor, a comprobarlo- y el paraíso encima. He aquí el urbanismo mágico madrileño. No puedo dejar de recordar la novela “La máquina del tiempo”, de H.G.Wells, cuando el protagonista viaja al futuro y se encuentra con unos personajes idílicos, que disfrutan de un paraíso, y se queda extasiado hasta que descubre que son la comida de los siniestros monstruos que habitan los espacios subterráneos.
La gigantesca cantidad de dinero invertido –además del que falta- ¿no hubiera bastado para convertir la M-30 en otra Castellana, como la Avenida de la Ilustración, domesticándola en forma urbana, reduciendo su capacidad de tránsito y resolviendo nudos y conexiones para enviar el tráfico a los otros anillos periféricos, y hacer así una ciudad normal y no un siniestro invento? Naturalmente, esto no hubiera desviado los fondos públicos de manera tan eficaz, hubiera necesitado además gente que supiera pensar y proyectar para la ciudad, y hubiera representado una forma de entender ésta no subordinada a la ingeniería de tráfico, sino a la naturaleza de las ciudades. Hubiera necesitado una voluntad firme de mejorar la ciudad y no de fingir cínicamente resolver sus problemas. Prueben, por favor, la nueva M-30, disfruten de su horroroso espacio y de su potente capacidad de desorientación, degusten los habituales atascos subterráneos. Comprueben así, en sus ciudadanas carnes, lo que es la gestión de la ciudad cuando las ideas de la ciencia urbana son sustituidas por la unidimensional –y en este caso monstruosa- ideología de la ingeniería de tráfico. El alcalde actual de la ciudad ha demostrado ser muy superior a sus antecesores; esto es, ser capaz de idear y de cometer el mayor error urbanístico del siglo XX y de lo que va del XXI. De lo que va de historia.
Algunos comentaristas, incluso en revistas extranjeras de prestigio, han glosado la modernidad que significa esta transformación madrileña. No les envidio el alcance de su vista ni el de su criterio. Modernidad, desde luego; transformación descualificada, absurda y enormemente cara, también. ¿Qué no habría hecho un buen ayuntamiento con esa disparatada cantidad de dinero? Le hubiera bastado para 20 años de transformación cualificada y eficaz. Pero, para lograr eso, hay demasiados –no sólo munícipes- que tendrían que volver a nacer.
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El último episodio no es, quizá, el peor, pero sí el más engañoso y el más ridículo. Menos el anterior –la M-30, que corresponde a la imprudente gestión del edil actual-, todos los demás errores corresponden al Ministerio de Obras Públicas –o al de Fomento, si seguimos el ridículo y decimonónico revival, que debería haberse cambiado-, que se permitió actuar según su ideología ingenieril y sin consultar a urbanistas inteligentes, algunos de los cuales quizá trabajen incluso en sus propios servicios.
Se trata en este caso de una promoción del inefable ministro Álvarez Cascos, iniciada por él, pero realizada en su mayor parte por el gobierno socialista, que debería haber tenido la lucidez y el valor de pararlo. Me refiero a la construcción de una gran estación de cercanías en la Puerta del Sol, con los consiguientes túneles de unión, por los infiernos de Madrid, con Chamartín y Atocha. Situar una gran estación de cercanías en el centro antiguo de la ciudad es un error tan evidente que ya Secundino Zuazo, al final de los años 20 o principio de los 30, advirtió de ello para que no fuera cometido. El error es, pues, la repetición de una inadecuada propuesta de alguien nada menos que del final de la monarquía alfonsina, fíjense bien. ¡Qué haya de llover tanto para esto!
La Puerta del Sol no es el centro de la ciudad, es el centro del casco antiguo. Ni siquiera es ya el centro de la red del ferrocarril metropolitano, pues ésta es ahora una red moderna que ya no tiene centro. El centro de la ciudad, si quisiera buscarse, está en la Castellana, y es lineal. Podría situarse, más o menos, entre la Plaza de Colón y la de San Juan de la Cruz.
Nunca debió abandonarse la Castellana como lugar idóneo para los enlaces ferroviarios. Si faltan túneles, deberían haberse construido, duplicados o triplicados, paralelos a los que ya existen. Es muy difícil -nos dirían- pues la Castellana está llena de conducciones subterráneas que hacen casi imposible la obra. Nos lo dirían los mismos, o los sucesores, de quienes insensatamente situaron allí conducciones varias de cualquier manera.
Si los enlaces ferroviarios se hubieran continuado por la Castellana, las estaciones de Nuevos Ministerios y de Colón, magníficamente situadas, hubieran constituido una secuencia ferroviaria utilísima, urbanísticamente adecuada. Ello hubiera permitido incluso transformar la estúpida Plaza del Descubrimiento –el solar de la Casa de la Moneda- en una importantísima estación, con lugar para centro comercial y todo, y sin necesidad de ser completamente subterránea, sino presentándose como una estación normal, que conduce finalmente al subsuelo. Ello hubiera podido servir, además, para coordinarse con el Ayuntamiento, que va a realizar en superficie, de Colón a Atocha, la reforma del paseo proyectada por el equipo de Siza Vieira.
La obra hubiera sido más molesta, quizá, y más complicada, pero el objetivo lo hubiera merecido. Cierto es que, acaso, las grandes máquinas tuneladoras que han comprado determinadas empresas de obras públicas no podrían ser tan fácilmente amortizadas, ni podrían generar las sabrosísimas y abusivas plusvalías que han generado, sin duda, al perforar los infiernos madrileños, bajo los edificios, de Chamartín a Sol y de Sol a Atocha. Más distancia que por la Castellana y, así, más dinero en las certificaciones. El pájaro principal que los cazadores querían cobrar con el gasto de un solo tiro de la cartuchera, se ha conseguido. El otro –la utilidad y calidad urbana- si ha caído o no, allá películas.
Pero la ampliación de los enlaces subterráneos más o menos directa, resultaba, a la postre, imprescindible, y, así, Fomento y el municipio están realizando el paso de un nuevo túnel por la calle de Serrano. Naturalmente, tiene una coartada urbana: la calle de Serrano verá disminuida su capacidad de tránsito de vehículos y muy ampliadas sus aceras. Como siempre, la bella solución del infierno subterráneo y el paraíso superior, en la mejor tradición de H.G.Wells.
No importa que la calle de Serrano fuera una calle con los semáforos sincronizados, por la que se circulaba muy bien, y que tenía ya unas aceras anchas y absolutamente suficientes. Todo sea por el arte del disimulo, y por colar, de rondón, un aparcamiento subterráneo, que haga más rentable la operación, y que contribuya a aumentar considerablemente el tráfico privado de una ciudad que hace mucho tiempo debería haberse planteado su limitación sistemática.
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Es éste, de Sol y Serrano, el último importante error urbanístico de una ciudad que hace ya más de 20 años que parece haber renunciado definitivamente al sensato urbanismo para entregarse en exclusiva a la siniestra euforia de las obras públicas.
Es lástima para una metrópoli que no había tenido una mala historia de planeamiento, y que es ahora capaz de despreciar tanto la sabiduría de la ciencia urbana que, a pesar de todo, esconde en su seno, como el sentido común. Pues los políticos no parecen estar a la altura de los profesionales y de los intelectuales de la ciudad –ciudad universitaria excelente y amplia-, a los que nadie ha consultado desde hace décadas. Madrid, ciudad del Rey en la historia, y con un planeamiento más que convincente, deviene ciudad del tráfico privado y de la especulación del suelo. Y no hay nada en el horizonte que señale un cambio en tan antipática, triste y moderna perspectiva.
Antón González Capitel / octubre 2009.
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FIESTA DEL SOLSTICIO 2009. BETI-JAI. SIEMPRE FIESTA.

Socio de Honor: José Manuel Naredo
Presenta: Teresa Arenillas

Premio Compromiso Urbano Individual: No se nombró.

Compromiso Urbano Colectivo: Plataforma Salvemos el fronton Beti-Jai de Madrid
Entrega Francisco Pol


Articulo de Ruth Toledano en El Pais: «Una corazonada de pelotas«

El resto de imágenes de la fiesta podéis verlas aquí: http://www.flickr.com/photos/igorgm/sets/72157620597898765/
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PRESENTACION DEL LIBRO: ECONOMÍA, PODER Y MEGAPROYECTOS

ECONOMÍA, PODER Y MEGAPROYECTOS
Federico Aguilera y José Manuel Naredo, editores Fundación César Manrique, 2009

Intervienen:
Félix Arias Goytre (arquitecto, coautor)
Manuel Delgado Cabeza (catedrático de Economía Aplicada, Univ. de Sevilla, coautor)
José Manuel Naredo (economista, coautor)
José Mª Ezquiaga Domínguez (arquitecto, profesor titular de urbanística ETSAM).

Modera: Ramón López de Lucio (arquitecto, catedrático de Urbanismo ETSAM, CDU).

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Crónica de Ramón López de Lucio
El Club de Debates Urbanos ha organizado el 27 de Mayo la presentación del libro Economía, Poder y Megaproyectos , que recoge trabajos de los economistas José Manuel Naredo, Alberto Aguilera, Manuel Delgado y Oscar Carpintero, del sociólogo Marcos Roitman y del arquitecto-urbanista Félix Arias.
Los Megaproyectos—grandes complejos edificatorios, grandes obras públicas, etc—representan hoy un auténtico círculo virtuoso desde el punto de vista de su rentabilidad económica y de su eficacia comunicativa. Mueven ingentes cantidades de inversión—habitualmente pública o con un importante componente público. Se definen, aprueban y ejecutan a través de estrechas connivencias entre el poder político y los grupos de interés privados. Su tramitación es rápida y privilegiada, sorteando con gran facilidad los trámites y filtros habituales: el planeamiento vigente, los informes ambientales, el debate y la participación públicos, etc. Su propia magnitud y visibilidad se suele convertir en su mejor argumento justificativo, por encima de los  lentos análisis de necesidad y oportunidad, de la evaluación de sus posibles efectos negativos o “externalidades”. Además, con suma frecuencia consiguen una notable espectacularidad mediática a través de la cooptación mediante los oportunos encargos, precedidos o no de llamativos Concursos, a arquitectos o ingenieros “estrella”.
Después de escuchar las intervenciones de los cuatro ponentes de la tarde—tres coautores y un técnico externo, José María EZQUIAGA—,  precedidas por una breve introducción a cargo del moderador, Ramón López de LUCIO, sintetizada en las líneas precedentes, la importancia y significados del libro cobran nuevos relieves. Se trata de la fascinante aventura de desvelar las claves de la magia contemporánea, que tiene en la gestión y ejecución de los Megaproyectos uno de sus campos de actuación privilegiada. La gran paradoja es cómo tales iniciativas consiguen tan eficaces formas de ocultación (de sus intereses reales, de sus efectos y sus costes indirectos, etc.) teniendo como tienen una visibilidad máxima.
A esto se refieren en distintas claves en sus intervenciones todos los ponentes. José Manuel NAREDO comienza afirmando como el objetivo básico de los enfoques económicos tradicionales es obscurecer los mecanismos reales de creación de riqueza. Apenas se habla de qué manera se inflan los presupuestos, especialmente en los Megaproyectos de ejecución pública. Ejemplo privilegiado el soterramiento instantáneo de la M-30 de Gallardón, cuyo coste anda ya por los 7000 millones de Euros y superará holgadamente los 10000 millones cuando se complete, siendo la causa nº 1 de la desastrosa situación financiera del Ayuntamiento de Madrid, aunque un estupendo negocio para las grandes empresas que realizaron las obras.
Félix ARIAS analiza como los Megaproyectos consiguen transmutar negocios suculentos, con muy reales beneficios económicos (acompañados con frecuencia por la realización de grandes plusvalías de suelo—la recurrente “conexión urbanística”–) en mitos. Como obras civiles muy discutibles por sus costes y sus consecuencias se convierten en obras de arte, eximidas por su propia naturaleza de cualquier control democrático o crítica pública. Para realizar con éxito tales operaciones es imprescindible, por supuesto, la colaboración de los “técnicos estrella”, auténticos taumaturgos generosamente recompensados por su habilidad en lograr la mágica transfiguración. La referencia de ARIAS a la reciente obra de Andrea CAMILLERI sobre la Mafia, “No sabéis nada”, aparece como muy oportuna en este contexto.
José Mª EZQUIAGA subraya como los Megaproyectos se convierten en la actualidad en drásticas alternativas al planeamiento urbanístico, instrumento racional de construcción del bienestar colectivo (si se utiliza decentemente, desde luego), aquejado de su inherente complejidad y lentitud. Citando a Pierre BORDIEU, explica la economía simbólica de los proyectos. A las “estrellas” no se les discute ni se les somete a los “tediosos” procedimientos democráticos y discursivos del planeamiento habitual. Lo que proponen es un “don” y como tal no se puede discutir ni evaluar en términos racionales, simplemente aceptarlo humildemente como un regalo inesperado. El lenguaje de los dioses no se discute, simplemente se acepta o se rechaza, estando en este último caso condenado a las tinieblas exteriores, la única realidad accesible a los “no iniciados”, a los que no son sensibles al “don”. Lo radicalmente nuevo en la época de los Megaproyectos es la incorporación a su factura del icono y de la marca, surgidos del mercado del arte (el bucle autoreferente—artistas, críticos, galeristas—que crean valor de la nada). Las marcas sustituyen al objeto mismo: ante un proyecto abiertamente especulativo cabe reaccionar pero frente a un Megaproyecto que promete la felicidad y que se ampara en el progreso estamos desarmados, concluye EZQUIAGA. En su opinión el efecto mágico de los Megaproyectos va a continuar: es difícil movilizarse contra los sueños y las ilusiones. Y, en cierto modo, la Arquitectura esta convirtiéndose en un subgénero del ilusionismo.
Finalmente Manuel DELGADO comienza su intervención con una cita de PESSOA que viene muy a cuento de las tareas de ocultación y prestidigitación en que se han convertido los Megaproyectos: todo lo que se ve es otra cosa. Lo ejemplifica con algunos casos recientes de la economía andaluza. La globalización de sus empresas, las rutilantes inversiones extranjeras en la adquisición de firmas tradicionales (Cruzcampo, Larios, etc.), no supone mayor riqueza para el país sino todo lo contrario: sus rasgos distintivos son un marcado empobrecimiento de la economía local, los proveedores se externalizan buscando costes mínimos, se disminuye el empleo, se cierran plantas, se reducen los salarios reales, etc. Y también se recalifican para brillantes Megaproyectos los privilegiados entornos urbanos de las antiguas factorías… La lógica de la acumulación contemporánea, concluye, es una lógica contraria a la vida.
Ramón López de Lucio, arquitecto. Miembro de la Junta Directiva del Club de Debates Urbanos
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DEBATE: LA DICHOSA CORNISA. LA OPERACIÓN DEL ‘MINIVATICANO’

Intervienen:
Representantes de la Asociación de Amigos de la Cornisa y Vistillas.
Vicente Patón (arquitecto y crítico de arquitectura)
Ángela Souto (profesora titular de Jardinería y Paisaje de la ETSAM).

Modera: Francisco Pol (arquitecto, presidente CDU).

Artículo de Vicente Verdú, en El Pais: Los vecinos toman el mando

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DEBATE: EL PLAN ESPECIAL DE LA FINCA VISTA ALEGRE. UNA RECUPERACIÓN NECESARIA.

Intervienen:
Jesús Gago Dávila, José María García-Pablos, José de Coca Leicher (arquitectos redactores del Plan)
Ignacio González-Varas Ibáñez (catedrático de composición de la UEM)
Miguel Lasso de la Vega Zamora (arquitecto).

Modera: Javier García-Gutiérrez Mosteiro (arquitecto, CDU).

Reportafe de Rafael Fraguas en El Pais. «El Retiro oculto de Carabanchel»

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DEBATE: EL TREN EN MADRID. UNA PRESENCIA IGNORADA

Intervienen:
Kepa Lekuona (ingeniero de caminos)
José Ramón Palacios (geógrafo urbanista)
Miguel González (arquitecto)
Enrique Ubillos (representante del Ayuntamiento de Madrid).

Modera: Juan Ramón Montes (consejero técnico del Ministerio de Fomento).

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DEBATE: LA CIUDAD??? DE LA JUSTICIA DE MADRID

Intervienen:
Javier Frechilla (arquitecto, catedrático de Proyectos, ETSAM, miembro del equipo ganador del concurso)
Antón González Capitel (arquitecto, catedrático de Proyectos, ETSAM)
Ramón López de Lucio (arquitecto, catedrático de Urbanismo, ETSAM)
Mario Pestana Pérez (magistrado)
Paloma Sobrini (decana del COAM).

Modera: Javier Alau Massa (arquitecto, CDU).

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