PASEO DE LA DIRECCIÓN: LA OPERACIÓN OCULTA_Francisco López Groh

Fotografía de Antonio Ortiz

Fotografía de Antonio Ortiz

El paseo de la Dirección se nos ha escurrido entre los dedos como sale riendo la sangre entre las grietas de los huesos. El viejo camino de servicio (de la Dirección del Canal) de la traída de aguas que está en su origen, a la vez frontera, ingenio y objeto de fascinación para niños y adultos en aquella periferia urbana de proletarios y buscadores, ha sido arrollado por una operación brutal, un ensayo del urbanismo concertado neoliberal. Una operación (de operar, acep. 9: robar, estafar, llevar a cabo actos delictivos) que se ha arrastrado a lo largo de más de 30 años, superando burbujas y crisis y evolucionando –sobre el papel- a medida que viviendas y suelo cambiaban de precio, sin que le dedicáramos un momento de reflexión.

Hasta que tras varios convenios sucesivamente caducados y ampliados, y tras sucesivas modificaciones de planeamiento, el concesionario, Dragados, ha emprendido una furiosa carrera contra el tiempo y los vecinos para su culminación.

Desconcierto en el Paseo de la Dirección reza el título de la convocatoria del debate del CDU. Desconcierto parece una palabra dubitativa, como si no supiéramos qué ocurre o qué pensamos u opinamos sobre el objeto de nuestra atención. Pero podemos seguir, para ilustrar el término y la adecuación del mismo, las acepciones de la RAE:

  1. m. Descomposición de las partes de un cuerpo o de una máquina. El desconcierto del brazo, del reloj. Nunca mejor dicho, la operación ha escarbado en el cuerpo de un tejido urbano, de las vidas de las familias y sus hogares, de su delicado (aunque tomado por decrépito por algunos gestores urbanos) tejido de casa bajas, patios y huertos (e infravivienda también) desmembrándolo y construyendo de formas violenta un tejido alternativo: nuevo, ajeno, en el que los habitantes originales no tiene cabida.
  2. m. Estado de ánimo de desorientación y perplejidad. De los vecinos afectados y de aquellos que residen en los límites externos de la operación, ante los efectos sobre su entorno.
  3. m. Desorden, desavenencia, descomposición. Desorden en las prácticas erráticas, descompuestas, de los agentes privados y los sheriff a su servicio que han actuado sobre el terreno, negociando, comprando, amenazando en el mercado ficticio de un acto público (la expropiación) “concedida”: “puedo excluirte de la expropiación, pero necesito la edificabilidad de tu patio” (sic).
  4. m. Falta de modo y medida en las acciones o palabras. de las formas y maneras en que administración y concesionario, Dragados, han actuado, desde los malos modos y violencia encubierta en el trato del vecindarios, al arrinconamiento y destrucción de las conducciones y acueductos del Canal, en una de urbanización falta de medida.
  5. m. Falta de gobierno y economía. Esto ante todo. El paseo de la Dirección es un ejemplo donde los haya de falta de gobierno, es decir, de dejación del gobierno público urbano, dejando en manos del sector privado una de las funciones clave del mismo: la regeneración urbana. Y falta de economía, de administración eficiente de la casa común (la ciudad) adjudicando un sector de la misma a la gestión privada de los bienes públicos.

Sobre los árboles en la operación

Uno de los aspectos que me ha llamado la atención en esta operación ha sido el papel de los árboles. Es cierto que quizás es un tema menor (ya saben quien lo afirmaría sin dudar) frente al muro separador y la “autovía” que aíslan el barrio del parque o el desprecio a la memoria del lugar, representado por el maltrato a los acueductos del Canal. Pero ha adquirido un carácter simbólico de resistencia. La morera del Paseo o un pino particular, frágiles objetos también de la memoria del barrio, han sido defendidos con ahínco por los vecinos como símbolo de la resistencia frente a la brutalidad (De hecho han debido ser defendidos en varias ocasiones del derribo).

Y esto me lleva a reflexionar sobre la importancia de los árboles en los barrios de la margen izquierda de Bravo Murillo en Tetuán. En estos barrios no proliferaban las calles arboladas (mucho menos las plazuelas ) pero la peculiar forma de desarrollo de la edificación de casas bajas, pequeños bloques de dos y tres alturas o de modestas villas, constituían el único soporte del verde, a veces en sus pequeños patios delanteros y más a menudo en los traseros o interiores. Cada vez que un antiguo edificio es derribado en Tetuán, estos árboles aparecen iluminando las calles. Hasta que un nuevo edificio colmata la parcela y hace desaparecer el frescor de aquellos patios, sin que ninguna intervención compense esta pérdida.

Por eso, en una zona de borde, como el Paseo de la Dirección, donde tantas pequeñas construcciones y espacios comunes estaban dotados de arbolado, los árboles se han convertido en un símbolo de la resistencia (y aunque los vecinos no lo sepan, contra una ordenanza de edificación ciega)

Por qué ahora

Cuando se planteó la pertinencia de este debate en los órganos directivos del Club la pregunta recurrente era: ¿llegamos a tiempo? ¿Se puede hacer algo? Casi idénticas preguntas se hicieron con anterioridad en un coloquio realizado en los locales de la Junta del distrito de Tetuán hace unos meses. Recordando un tanto de memoria aquel debate, podría resumir las actitudes, en especial en lo que respecta al conjunto de la operación, incluida la brutal “autovía” y la entrevista muralla de edificios futuros, entre aquellos que creían que se podían poner ciertos parches, algunas puntillas a lo ejecutado y los que veían (veíamos) casi irreversible el daño realizado.

El resultado de la discusión, que acabó, como es evidente por la convocatoria, con la programación del citado debate, se apoyó en diversos factores:

  1. El hecho de que, salvo para sectores muy minoritarios, esta importante operación (por lugar, contenido superficie o edificabilidad) había pasado casi desapercibida.
  2. Que a su manera constituía un ensayo de lo que la propia convocatoria define como Urbanismo neoconcertado, fusionando neoliberalismo y concertación, y de las formas, contenidos y efectos que la “regeneración liberalizada” tiene sobre la ciudad y los ciudadanos.
  3. Que, en parte por el efecto del citado modelo de gestión, la operación mostraba los efectos de un urbanismo (o una política de regeneración urbana) arcaico, de desprecio a las diversas memorias y condiciones de morfología de un fragmento de ciudad, entre ellas el paisaje y la infraestructura protegida de la traída de aguas del Canal.
  4. Y por fin, por la brutalidad de las acciones de los urbanizadores con el entorno y los ciudadanos, emulando en forma de farsa a Robert Moses

Todo ello, más la esperanza en las posibles medidas correctoras que todavía pudieran acometerse, derivó en esta convocatoria que pretende ante todo aprender de los errores para evitarlos en el futuro.

 

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