EN RECUERDO A MARIO GAVIRIA LABARTA, por Ramón López de Lucio

Mario Gaviria Labarta falleció en Zaragoza el 7 de Abril después de años de valerosa resistencia a una de las enfermedades más crueles e invalidantes que se conocen.

Pese a su deterioro físico sus capacidades intelectuales se mantuvieron hasta el final; él mismo consideró estos últimos años como de los más productivos de su intensa vida.

El sociólogo navarro, inicialmente licenciado en derecho y formado después en la London School of Economics y en la Sorbona de París, fue el introductor en España de Henri Lefebvre ya desde finales de los 60′ del s XX.

Su voracidad intelectual y su olfato crítico y polémico le condujeron a lo de largo de su trayectoria por numerosos y variados campos de interés, desde el carácter de los espacios públicos y privados de las grandes promociones residenciales de bloque abierto, públicas y privadas (Gran SanBlas, Ampliación del Barrio de la Concepción, ambas en Madrid), el urbanismo turístico y la defensa de las concentraciones densas (tipo Benidorm), la lucha contra las autopistas, las centrales nucleares y los modelos convencionales de explotación agraria (en Aragón o en la baja Extremadura) hasta el diseño pionero del urbanismo de la complejidad opuesto a los dogmas del funcionalismo moderno (vg, en la propuesta de Centro Direccional en El Vallés en colaboración con los arquitectos urbanistas Fernando Terán y J.M. Alonso Velasco).

En los últimos tiempos se preocupaba por temas de política económica y regeneración nacional así como por las crecientes dificultades de integración de las poblaciones musulmanas asentadas en un territorio tan familiar para él como la ribera navarra del Ebro.

Esta multiplicidad de temas y sus enfoques innovadores, con frecuencia a la contra de las opiniones establecidas, su indudable sesgo polemizador, iban acompañados paradójicamente por un notable sentido común. Su permanente capacidad de asombrar, incluso de escandalizar se sumaba a su facilidad para estimular la curiosidad y el aprendizaje personal de los que colaboraban con él.

Solo me queda añadir que en la época en que más intensamente lo traté y colaboré con él, entre 1968 y 1975, en esos pocos años Mario supuso para mí, como para decenas de jóvenes compañeros–estudiantes de arquitectura o sociología o recién diplomados–, una influencia decisiva que marcó nuestras vidas y desarrollos profesionales.

En concreto, en el caso de los arquitectos, confirmó la sospecha de que las enseñanzas convencionales en la Escuela de Madrid, con su insistencia en la permanente innovación estética y en las apariencias de fachadas y volumetrías, cuanto más aparatosas mejor, alejaban a los jóvenes de un ejercicio responsable  y socialmente eficaz de la arquitectura, el diseño urbano y el planeamiento a escala de barrio.

Que bastantes de las certezas indiscutibles del Movimiento Moderno –la calle anatemizada por Le Corbusier, la complejidad eliminada, la desmedida inflación de espacios libres teóricamente verdes convertida en argumento excluyente de diseño urbano–, no estaban justificadas y contribuían a la destrucción acelerada de un espacio público urbano atractivo, vital o (como diríamos hoy) sostenible.

Tales certezas avalaban la construcción de grandes complejos residenciales de bloque abierto («polígonos», «grands ensembles») en lugares periféricos donde el suelo era barato, incomunicados o mal comunicados, escindidos en relación con las tramas urbanas de la ciudad, carentes de actividad y de vida urbana.

Después de un período, desde finales de los 70′ a mediados de los 90′, en que parecía que las críticas de Gaviria,Terán y de otros dentro y fuera de España, habían surtido efecto, nos encontramos desafortunadamente con actuaciones como los PAUs de Madrid que repiten e incluso exacerban aquellos errores.

Pero para entonces Mario Gaviria ya había dejado atrás (quizás con mayor justicia se pueda decir que en un segundo término), sus preocupaciones urbanísticas y se adentraba en las nuevas contradicciones globales del capitalismo contemporáneo.

Nuestra , y la mía en particular, gratitud por sus enseñanzas, generosidad y amistad.

 

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